El anuncio del Nuevo Mundo
Voy al Vaticano y llego, como cualquier curioso, a la Sala de las Disputas. Al fondo, La escuela de Atenas, de Rafael. He pasado por un salón, el inmediatamente anterior, decorado con escenas relacionadas con el descubrimiento de América. Carabelas. Las columnas de Hércules: non plus ultra... Las guías me sitúan en otra cosa: las disputas religiosas. El cuadro de Rafael llena el fondo de la estancia. Como si hubiera querido representar el escenario total en que se movían y dialogaban y apasionaban los de ese grupo. Tan bien lo hizo que lleva 500 años de sorprender al mundo. La escuela de Atenas es, de todo lo que hay en el Vaticano, el testimonio más auténtico y humano, la pintura mejor lograda.Para que se entienda bien de qué se trata, quienes aparecen retratados disputando no dan lugar a equívocos; Leonardo, que representa a Platón, lleva bajo el brazo el libro, materia central de la polémica: se lee muy claro el título en el lomo: Timeo. Trata de la Atlántida. El diálogo de Timeo se ha venido a conocer ahora en Florencia, con la venida de los griegos fugitivos, cuando el libro vuelve a aparecer. Existía el recuerdo de la isla que se hundió en el maremoto que convirtió el Atlántico en el tenebroso mar de lodo. El texto mismo nadie lo había leído hasta ahora, justamente cuando Colón lo refuta llegando a la otra orilla y encontrando las aguas límpidas, azules, transparentes...
Aristóteles, en la pintura, en vano abre ante Platón el libro de la Ética. No. La polémica es sobre el Nuevo Mundo que acaba de anunciar Amerigo Vespucci. Estamos en el Vaticano y quien ha abierto la puerta a los pintores florentinos para decorar la Sixtina es el tío de Amerigo, hace pocos años. Rafael pinta entre 1509 y 1510, y el anuncio del Nuevo Mundo se hace en Florencia en 1503. Donde estas cosas resuenan es en el Vaticano. A quien primero acudieron Colón y Fernando e Isabel fue al papa Alejandro VI para que repartiera los campos de la evangelización entre Castilla y Portugal. Del Vaticano había salido la idea misma del viaje. Al Vaticano llegaban las primeras noticias del Nuevo Mundo... Y quienes mejor las entendían ahora eran Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Bramante, Sodoma... Pintores, ar quitectos, escultores... Los que aparecen en la disputa de La escuela de Atenas... Es un testimonio que podría colocarse en la primera página de la historia que abre la nueva época dándole el crédito que les corresponde a quienes primero se preocupan por la aparición del Nuevo Mundo. A los que vieron.
Conceptualmente, La escuela de Atenas está concebida sobre una composición triangular, fundamento de su equilibrio genial. Es un triángulo isósceles. La base va del grupo en que están, en un extremo, Rafael, Bramante, Sodoma, acompañando a Zoroastro, que sostiene en una mano la esfera armilar, con los aros del zodiaco, y Ptolomeo, con la esfera de la Tierra completa con el Nuevo Mundo. En el extremo opuesto, el grupo de los metafísicos, con Miguel Ángel, tirado en el suelo, repasando las páginas de Heráclito sobre la naturaleza y movimientos del planeta.
Sobre esta base descansan las dos líneas del triángulo que parten del libro de Platón, corazón de la pintura en que se impone Leonardo. No cabe duda. Al fin se llegaba a un conocimiento total de la Tierra, que crecía ante los ojos de quienes estaban dándole forma a la gran catedral de San Pedro, decorando sus capillas con esculturas y pinturas en que la nueva grandeza del planeta lleva al gigantismo en todas sus manifestaciones. El Nuevo Mundo no es sólo el que anuncia Vespucci del otro lado del Atlántico. Es Europa que desborda, la basílica que ya no cabe dentro del cuerpo chiquito del templo viejo, la escalera que se concibe como una espiral gigantesca, la plaza que se abre en sus dos brazos de columnas magníficas, el encuentro de dos mundos en la creación del hombre de Miguel Ángel. El Moisés desmesurado... Esto sale todo de la disputa en La escuela de Atenas.
Es tan patente todo que parece imposible dudar de qué se trata, más si se tiene en cuenta el año de la pintura. Las circunstancias en que se pinta y las que vivían los personajes de esa academia neoplatónica florentina, que a partir de Inocencio VIII y de la Capilla Sixtina van formando la escuela de trabajadores de la obra del Vaticano, retratados por Rafael. Agregando la parte negativa. La de quienes no entran en el cuadro porque no han visto lo del Nuevo Mundo. No le han dado importancia. Maquiavelo, contemporáneo de todos ellos, que no nombra una sola vez en su voluminosa obra sus tratados políticos, su correspondencia diplomática, sus libros de historia, sus cartas familiares, sus comedias... lo del viaje de Colón, la aparición del Nuevo Mundo. Siguió trazando su príncipe ideal a la medida de un tirano local: el duque Valentino.
Como ocurre hoy. En la historia del arte italiano de Giulio Carlo Argan, crítico marxista, se llega a este punto, el de La escuela de Atenas, y el ojo de lince de este sabio ni siquiera se de tiene a leer el título del libro que lleva Leonardo bajo el brazo. Sólo imagina la contraposición del pensamiento cristiano con el paganismo, como si todo en la casa del Papa hubiera sido teología polémica. Hay que leerlo para creerlo: "Las dos grandes figuraciones con La escuela de Atenas y la Disputa del Santo Sacramento demuestran la continuidad ideal entre el pensamiento antiguo y el pensamiento cristiano. La escuela de Atenas representa la sabiduría antigua. No hay paisaje porque la naturaleza es revelación; hay una solemne arquitectura, porque la sabiduría antigua es una construcción del pensamiento humano. Las personas son concebidas en la escuela de la arquitectura monumentales. Hay sólo una perspectiva, a lo largo del eje: es la perspectiva racional que corresponde a la lógica, que, no habiendo revelación, es la única guía de ese pensamiento. Se sugiere ya la perspectiva de los cuerpos laterales. El esquema de este espacio, que debe tenerse como absoluto equilibrio de valores, es un esquema en cruz, como el de San Pedro de Bramante, y trata de ser este edificio un edificio renaciente, como renace, a través de la doctrina cristiana, la sabiduría de aquellos doctores de la antigüedad".
Ante una obra tan humanamente expresiva como La escuela de Atenas, Argan se pone a pensar qué quiso decir Rafael con los edificios y no por qué están discutiendo sobre la Atlántida. No le importa ese triángulo ideal que va del estudio del universo de Heráclito en que medita Míguel Ángel a la Atlántida que recuerda Leonardo para caer en el Nuevo Continente que acaba de anunciarse, sino que se pone a lucubrar sobre la forma en que está construida la basílica... Que es lo que hacen las guías con el visitante. Porque lo bueno es mantener el laberinto.
es presidente de la Academia Colombiana de la Historia.
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