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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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Filipinas despide al padre americano

Juan Jesús Aznárez

El presidente norteamericano William McKinley confesó antes de morir que una noche de oración de 1898 recibió la encomienda divina de ocupar Filipinas y convertir a sus, habitantes. El apostolado estadounidense ha durado ca3i 100 años. Terminará dentro de tres, el plazo comunicado por la presidenta Corazón A. quino a Washington para el cierre de su último cuartel: la base naval de Subic. Filipinas recuperará la soberanía nacional, pero pierde 2.200 millones de dólares, mucho dinero para un país en crisis.Arrodillado en el reclinatorio de su alcoba, McKinley pedía cada noche una señal que iluminase la decisión a tomar sobre el destino del archipiélago arrebatado a España "Una noche llegó la indicacion: no nos quedaba otro remedio que ocuparnos de los filipinos, hacernos cargos de su educación y promoción, cristianizarlos y, por la gracia de Dios, hacer todo lo que podíamos por ellos".

El año 1901 quedaba establecida la base naval de Subic para la VII Flota, y 12 meses más tarde, las pistas de Clark, donde aterrizaron escuadrillas de la 13ª Ala Táctica de la Fuerza Aérea hasta su clausura con la erupción del volcán, Pinatubo. Después de las dos guerras mundiales y la temporal ocupación de Filipinas por los japoneses, los dos enclaves, de 250.000 hectáreas, funcionaron como el mayor centro de operaciones en Asia y fueron de vital importancia para los intereses políticos y militares de Estados Unidos en permanente guerra fría con la Unión Soviética.

Con el desarme de. las superpotencias y el advenimiento de la distensión entre Moscú y Washington llegó también la oportunidad de las fuerzas sociales y políticas que en Filipinas se oponían a la presencia de Estados Unidos, cuyos representantes cumplieron sobradamente el mandamiento del Altísimo depositado en William McKinley y orientaron decisivamente el rumbo político de la islas.

Diosdado Macapagal, presidente entre 1961 y 1965, recuerda sus experiencias con los embajadores norteamericanos. "Siempre intervinieron en nuestras elecciones presidenciales, desde los tiempos de Quezón hasta Marcos". Macapagal evoca la promesa del presidente Lyndon B. Johnson de ayudarle en la reelección de 1965, que se tomó en apoyo a la candidatura de Ferdinand Marcos cuando desestimó la solicitud de distanciarse polítiucamente de Indonesia, gobernada entonces por Sukarno, efectuada por el secretario de Defensa de Johnson, Robert MacNamara.

También influyeron en el curso de los recientes intentos golpistas de corte militar. En 1989, sus protagonistas comprobaron que no disponían del beneplácito norteamericano al observar el intimidatorio vuelo rasante de los cazas de combate de Clark sobre sus posiciones de asalto al palacio de Corazón Aquino.

-Finalmente, el 16 de septiembre 12 senadores rechazaban definitivamente la renovación del tratado militar de 1947, impuesto por EE UU para conceder la independencia. Y tres semanas después Corazón Aquino, a regañadientes, informaba al Gobierno norteamericano de que en tres años debe repatriar a sus 8.000 soldados y desmantelar las instalaciones navales de la bahía.

Filipinas no ha sido sólo una avanzadilla militar de primer orden en los océanos Pacífico y índico para el Pentágono, sino también la antesala de numerosos empresarios norteamericanos interesados en los fabulosos mercados del sureste asiático. La hacienda filipina ha obtenido también beneficios y, por diversos conceptos y subvenciones, ingreso cerca del doble de los 2.300 millones de dólares acordados por el alquiler de las bases en los últimos 10 años.

Las consecuencias económicas de la retirada norteamericana serán graves y más de 300.000 traba adores perderán su fuente de ingresos. El secretario de Asuntos Exteriores, Raúl Manglapus, considera, pese a todo, que "la sombra de Subic y Clark influía en la mentalidad filipina. Tenemos que cortar con el padre norteamericano y tratarlo como hermano. Sólo así podremos alcanzar la madurez".

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