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Reportaje:

La edificante historia de Walter y doña Noil

Viaje por las entrañas de la sociedad salvadoreña rota por la guerra y la injusta distribución de la riqueza

Las negociaciones de paz concluídas con éxito, de momento, en las Naciones Unidas, y el desenlace del juicio contra los asesinos de los jesuitas de la Universidad Centroamericana Simeón Cañas, la ya célebre UCA, han colocado al pueblo salvadoreño en el corazón de la noticia. Es muy difícil pronosticar, con un mínimo de prudencia histórica, lo que sucederá en el futuro de este pequeño país bañado por el Pacífico y fronterizo de Guatemala y de esa desgüazada Nicaragua. Tal es la complejidad del conjunto de elementos de todo tipo que conforman su magma cotidiano, Pero por ello mismo, se hace preciso viajar hacia su epicentro, es decir, sumergirse por unos instantes en el mismísimo corazón de la sociedad salvadoreña, a manera de una guía de caminantes.Se llama Walter y tiene 32 años. Es un taxista capitalino, pero venido nada menos que de Morazán, donde ahora se instalan campamentos de refugiados en número que nadie puede calcular. Lo dejó todo, como muchos otros, por culpa de la guerra, por culpa de sus muertos, por culpa del hambre. Y en la capital, un día, descubrió la raíz de todo el drama salvadoreño: la infernal distribución de la riqueza.

Cuando Walter me recogió en la UCA, permanecimos un largo rato en silencio. Abajo quedaba el hervidero ciudadano y se ascendía hacia la Colonia San Benito, una urbanización con un enorme despilfarro de lujo y prepotencia."Aquí nunca cambiará nada, compréndalo, amigo. Aquí estamos condenados a estar en manos de esas personas que lo tienen todo, mientras nosotros, los pobres, carecemos de todo. Vea esas casas, con sus guardianes armados y sus perros y sus murallas de cemento, con sus gentes dispuestas a matar antes de soltar un colón. No se haga ilusiones, los ricos jamás dejarán de ser ricos como los pobres siempre seguiremos siendo pobres. Este país está dejado de la mano de Dios, aunque se llame El Salvador".

Matrimonios inteligentes

Unas 20 familias poseen casi el 85% del capital global. En sus cafetales, todavía hay esclavos. Y sus dineritos están colocados, vía inteligentes matrimonios de las dos últimas generaciones, en Norteamérica, donde estudian cómo mantenerse en el poder. No les gustan los militares, pero les necesitan. Odian al guerrillero, pero saben que tiene razón. A gente como Walter, la desprecian.Doña Noil me espera a su puerta, amparada por dos sirvientas absolutamente negras ("no es fácil encontrarlas tan negritas", comentará algo más tarde). Una casa con cuadros de época ingleses y franceses, porque doña Noil, de las 20 familias omnipotentes, se formó en París y un poquito, dice sonriendo, en Londres. Habla cuatro lenguas, leyó al conjunto de narradores de los cincuenta, es una experta fotógrafa y, viuda desde muy joven, lleva con mano de hierro su hacienda. Mientras Walter se pierde en la tupida vegetación tropical, pasamos al jardín, donde tres piscinas recogen el agua de u na inmensa cascada iluminada.

"Es un placer tenerle aquí, un gran placer. Ustedes, los europeos, me recuerdan otros tiempos, cuando recorría esos países con tanta y tan bella historia, antes de encerrarme en este,Salvador donde todo acaba en problemas sin solución. De vez en cuando viajo a Estados Unidos, donde están mis hijos, un país extraño pero rico y segurísimo, para alguna operación de cirugía facial, porque los años pasan, comprende, y en esta sociedad hay que aparentar siempre que una es fuerte y atractiva. Aquí no podemos permitirnos el lujo de abdicaciones ni tan siquiera estéticas. Si nosotros cedemos en algo, los subversivos de la montaña acabarán con todo. No hay que negociar, hay que vencer, y todo lo demás son tonterías de gente buena no lo niego, como los de la UCA, pero que al final tanta bondad solamente engen dra más muertos".

A las doce y media de la noche, cuando volvía a la ciudad en uno de los Mercedes de doña Noil, una de las más insignes representantes de la clase dominánte, comprendí como de improviso porqué hace años los pobres se tiraron al monte y comenzó una guerra civil que dura por más de una década. Con 80.000 muertos y desaparecidos a sus espaldas. En El Salvador, si no se ha charlado con gente como Walter y como doña Noil, es ¡mposible acertar en la última causa de todo este caos: no la política, ni la ideológica, hasta tan siquiera la militar. La causa es simplemente económica. Una economía tan injusta que provoca emigraciones, muertes, exilios, asesinatos, odios, ejércitos y escuadrones de la muerte.

El orden de Cristiani

El presidente Alfredo Cristiani, Freddy en familia, habla absolutamente convencido de su rol nacional. "Yo no soy propiamente un político, porque a mí me sacaron de la vida empresarial como un personaje neutral, que pudiera poner orden en nuestro país. Una especie de gestor para el caos, capaz de fomentar, además, las negociaciones de paz con la guerrilla. Tengo mis principios éticos y el más importante es servir a mi país como presidente".Afiadirá, con sorprendente serenidad, que el Ejército está controlado por el poder civil, "aunque en todo colectivo siempre encontramos grupos incontrolados, capaces de cualquier barbaridad, como los que mataron a los jesuitas de la UCA, algo imposible de evitar". Más adelante de nuestra conversación en el palacio presidencial añadirá que "no lo dude usted, el juez Zamora podrá ir hasta el final en el juicio sobre el asesinato de los jesuitas, no le pondremos obstáculo alguno. Nosotros estamos con la verdad, aunque pueda parecer lo contrario, pero las circunstancias obligan a determinadas tácticas. Es una lástima que el Gobierno de El Salvador, que presido, sea tan incomprendido en Europa, en España."

Pocos días antes, había charlado con Rubén Zamora, líder de la izquierda, que, tras pensárseilo mucho, ha dejado la clandestinidad y actualmente detenta una de las tres vicepresidencias de la Asamblea Legislativa. Pequeño y barbudo, en su destartalado despacho, me dice que "estamos en un momento histórico para El Salvador, y no es posible seguir tanta historia desde la oscuridad clandestina. Hay que luchar donde se está jugando el futuro: o en la montaña con las armas o en el Parlamento con la palabra. He optado por la vía parlamentaria, en la que, al final, acabaremos todos, cuando se negocie la paz".

"¿Cristiani? Amigo mío, Cristiani es una buena persona, pero víctima de querer llevarse bien con todas las corrientes de su partido y, sobre todo, víctima de su pánico a los militares. Llegará un momento en que se le hará necesario elegir, y entonces será víctima de su propia historia, la de los eternos omnipotentes. Y Rubén Zamora sonríe beatíficamente, como esperando su momento, el momento en que podría, muy bien, sustituir a Cristiani en la Presidencia en 1994.

Sentado en un barito cercano a la UCA, pienso en ambos personajes.de la política salvadoreña. Y me digo que el futuro de El Salvador está atravesado por oportunistas como Cristiani, que acabarán jugando la carta de cualquier victoria, y arriesgados como Zamora, que deberán enfrentar, sin falsas ilusiones, su ética con ese oportunismo, tantas veces susceptible de éxitos a medio plazo.

El Ejército conoce ambas clases de personajes políticos. Y por éllo mismo, trapichea con ambos. En sus temidos ctiarteles, el Ejército se pregunta con quién estará la Embajada yanqui y el embajador Walker, ese hombre que todo lo domina. Políticos, militares, norteamericanos, sobrevuelan al taxista y a doña Noil, mientras les exigen sacrificios sin cuento.

La voz de la UCA

"Queremos seguir siendo voz de los que no tienen voz", decía el sucesor de Ignacio Ellacuría, Paco Estrada, nuevo rector de la UCA. En este mundo cerrado sobre sí mismo que es la sociedad salvadoreña, la Universidad de los jesuitas significa un punto de racionalidad, una gestación de ideas para la paz en la justicia. Los 8.000 alumnos que ella forma son el mejor futuro para este pueblo machacado, porque, opten por lo que opten más tarde, habrán escuchado y meditado palabras que nunca olvidarán.Por ello mismo, la matanza de los seis jesuitas no fue matar sus cuerpos, fue acabar con sus ideas, que se multiplicaban peligrosamente para las clases dominantes. La UCA es odiada pero necesaria, y amada hasta límites inconcebibles para un europeo. Y visitar las tumbas de los jesultas asesinados, en la pequeña capilla universitaria, no en vano dedicada a monseñor Romero, invita a recoger las palabras de esa lápida antológica: "No lucharemos por la justicia sin pagar un alto riesgo".

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