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LA ARBOLEDA PERDIDA
Tribuna
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Sin son ni ton

Con el día tan mudo, sólo se me vienen al recuerdo cosas de llovizna y lluvia de otro tiempo, sobre todo de cuando era chico y siempre estaba deseando que lloviera como hoy -día de guerra, por las salvas de los cañonazos que me llegan desde la isla de San Fernando- va a llover, con la misma seguridad de que tampoco tendré que ir al colegio. Era bueno no ir. Por esta causa, me pasaría las horas haciendo morisquetas como las hacía con mis hermanos, cosa que divertía mucho a mi madre, pues nos convertíamos en unos improvisados actores disparatados.

Releyendo esta tarde el volumen primero de mi Arboleda perdida, tropiezo con los recuerdos de mi sorprendente y queridísimo amigo Fernando Villalón Daóiz, conde de Miraflores de los Angeles, que me conmueven siempre y de quien vuelvo otra vez a hablar, tal como le prometí en aquellas prosas, y de quien todavía suelo repetir de memoria estrofas sueltas de sus poemas, sobre todo ahora que, de nuevo, estoy en El Puerto, y que no voy a tener lejos las salinas que él amaba tanto: "Salinas de Sacti Petrí / esteros de San Fernando / agua parada y dormida / donde se mecen los barcos"; o esa que recordaba su profesión de ganadero: "Sí no se me parte el palo, / aquel torillo berrendo / no me mata a mí el caballo", o aquella otra que sólo a él se le podría ocurrir: "¡Islas del Guadalquivir, / donde se fueron los moros / que no se quisieron ir!".

También aquí, desde mi balcón a la bahía, se me ha ocurrido renovar mi homenaje de amor a esta mar gaditana con la nueva edición de mi Ora marítima, que publiqué por vez primera en Buenos Aires en 1953. Una serie de dibujos, realizados durante este verano, completarán el libro, preparado con el entusiasmo y el deseo de que los escolares y estudiantes gaditanos conozcan la historia de Cádiz a través de mis versos. Por cierto, que a nuestra casa de El Puerto queremos darle el mismo nombre que el escritor latino Avieno dio a su relato, Ora marítima, cuyas letras estoy dibujando en azules para que la maestra mano de Pepita Lena traslade a la cerámica, así como mi poema manuscrito Bahía del ritmo y de la gracia, dedicado a Telethusa, la gran bailarina romana de Cádiz, que presidirá ya para siempre nuestro porche.

A mí siempre me ha gustado hablar de esa manera que popularmente se ha llamado sin ton ni son, porque a veces se llega a improvisar cosas buenas e inesperadas, cosas que tantas veces me gustaría llevar a la creación y que alguna vez he podido lograr, como aquello de: "Doña Zírriga Zárriga Zórriga, trompa pitárriga / tiene unos guantes, / de pellejo de zírriga zárriga zórriga trompa pitárriga, / le vienen grandes".

Acabo de conversar con el actor Paco Rabal para felicitarlo por el premio que ha recibido en Canadá por su película El hombre que perdió su sombra, y también por la afirmación que ha hecho, diciendo que él siempre será comunista, cosa que yo comparto plenamente y que me ha parecido muy valiente en estos momentos en que se ven tantas deserciones. También he querido tener noticias, después de múltiples y fallidas llamadas, de mi gran amigo Jaime Martí, al que tanto recuerdo por nuestras conversaciones literarias, sus excelentes sonetos, pero sobre todo por sus maravillosas y verdes paellas, sabiéndolo ahora en su querida y familiar Altea, en donde lo imagino jugando a las cartas con sus viejos amigos.

Hoy es el día de las extravagantes y sorprendentes noticias, abro el periódico y leo estupefacto que un joven de 28 años se corta con un cuchillo el pene y los testículos para poder ponerse el nombre -nada novedoso- de Josefa. Pero la noticia verdaderamente lírica ocurrió hace unos días, con la escapada de 20 loros americanos de la casa forestal portuense, que andan recorriendo y llenando el aire de las dunas de San Antón, en la playa de la Puntilla, de sus conversaciones y del fulgor brillante de sus plumas.

Me han dicho que me van a regalar un loro, imagino que no será, o sí será, uno de esos que vuelan por las cercanas playas y que me recordará a aquel Cocorito que tuve en Argentina, que tenía la señalada virtud de soltar su suelta caca con fruición sobre mis libros, o aquel otro del mismo nombre, en Roma, al que mi gato el Buco tenía siempre aterrorizado. A éste que me van a dar ahora pienso ponerle el mismo nombre que a los otros dos y así habrá un nuevo Cocorito en esta nueva etapa de mi vida que pienso comenzar en El Puerto de Santa María.

¿Qué más? Va a llover. De seguro. No hay nadie en la playa. Va a sonar dentro de poco la tormenta. Hay gente que pasa todo el día diciendo que va a llover y al final no llueve. No cae ninguna gota. Pero hoy, estoy seguro, lo estoy, que va a llover. De improviso, y sin saber por qué, recuerdo, sin ton ni son, aquel trabalenguas que repetía cuando era muy joven: "Tengo un tío en Berlín y en Berlao / en Jarapita y en Jarapitao / que me ha dicho que ni me embirle ni me emborle / que ni me enjarapite / ni me enjarapitajole".

Rafael Alberti.

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