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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nuevo ensayo de convivencia

LAS EMOCIONES independentistas, pronto canalizadas hacia reivindicaciones tangibles en Cataluña, se convirtieron en Euskadi en muy vibrantes mociones municipales. El resultado: sustitución del partido de Garaikoetxea por los socialistas en el Gobierno vasco, y escisión ya inevitable en Euskadiko Ezkerra. No sólo eso: una vez superada la confusión inicial, los nacionalistas más solventes -aquellos que no tienen que demostrar que lo son- han ido más lejos que nunca en su rechazo de las estrategias independentistas. Pujol acaba de proclamar ante el Parlamento de Cataluña que no cabe establecer una "relación gradual" entre el modelo autonomista que defiende su partido y el diseño radical planteado por el líder de Esquerra Republicana, Ángel Colom. Y el programa del nuevo Gobierno vasco reafirma, en su primer punto, la validez del "marco constitucional y estatutario". El balance de quienes, sin tener acreditada suficiente fineza, se lanzaron a la piscina del independentismo de boquilla no puede ser más desastroso.La evolución producida en tan pocas semanas tiene que ver probablemente con la comprobación práctica, por televisión, de los desastres a que conduce el aventurerismo en este terreno: ningún dirigente nacionalista responsable puede desear para el suyo sufrimientos como los que hoy padecen los pueblos de los Balcanes. Y nadie puede sostener razonablemente que la situación de vascos y catalanes sea tan desesperada que haga necesario correr el riesgo de una situación de tan difícil salida como la de esas naciones centroeuropeas. En Euskadi, esa realidad ha ayudado a relativizar algunas proclamas de los amantes de las emociones fuertes y a tomar en consideración argumentos más realistas. Por ejemplo, que una apuesta por la vía del radicalismo no sólo haría imposible cualquier perspectiva de asociación de Navarra al proyecto vasco, sino que implicaría la probable segregación de Álava. Y que, lejos de suponer un avance del autogobierno, pondría en cuestión algunos de sus logros: por ejemplo, el muy ventajoso sistema de financiación (tan insistentemente reclamado ahora por los catalanes). De ahí que resulte tan irritante la actitud de quienes (imitando al que invita a saltar al suicida y se siente defraudado si no es obedecido) reprochan ahora al PNV su abandono de la trinchera independentista y le niegan por ello su condición de nacionalista y aun de vasco.

El acuerdo entre nacionalistas y socialistas, con la presencia casi testimonial, pero políticamente importante, de Euskadiko Ezkerra, es razonable. A la vista de la composición del nuevo Ejecutivo, parece que el PSOE ha renunciado a rentabilizar la ventaja comparativa adquirida por el hecho de que Ardanza no disponga ya, como hace ocho meses, de una fórmula alternativa. También resulta tranquilizador que el lehendakari asegurase ayer que el acuerdo no implicaba compromiso alguno de sus socios respecto al asunto de la autovía.

Por lo demás, la situación que vive Euskadiko Ezkerra resulta muy reveladora de los problemas actuales de la sociedad vasca. Cuando por fin alcanza la situación a que siempre había aspirado ese partido, la de ser el gozne entre nacionalistas y no nacionalistas, se ve incapacitado para rentabilizar esa posición, e incluso condenado a la marginalidad política, a causa de la apuesta por una opción nacionalista y por la convergencia con Garaikoetxea de una parte de su dirección. Esa apuesta no sólo supuso la pérdida del 35% de sus votantes, sino la renuncia a lo que constituía su principal capital político en tiempos de Mario Onaindía: la posibilidad de convivencia en su seno de personas de origen y sensibilidad nacionalista con otras que no compartían ni lo uno ni lo otro; y la propuesta de ese modelo de convivencia al conjunto de la sociedad desde la consideración de que sentirse o no sentirse nacionalista era secundario respecto a la compartida condición de demócratas identificados con la autonomía. En cierto modo, el nuevo Gobierno constituye un ensayo para avanzar en esa vía.

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