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75.000 personas se aturdieron en Londres con Guns n'Roses

JAVIER PÉREZ DE ALBÉNIZ El grupo californiano Guns n' Roses ha devuelto a Inglaterra la pasión por el rock and roll visceral. Eso piensa la prensa británica, aturdida por la respuesta del público a la última convocatoria de la banda norteamericana más carismática de la última década. Unas 75.000 personas abarrotaron en la tarde-noche de ayer el estadio de Wembley para asistir al último concierto de su minigira europea (ocho conciertos en seis ciudades).

Las entradas, que se pusieron a la venta el pasado mes de marzo a un precio medio de 19 libras (casi 4.000 pesetas) se agotaron en sólo tres días. El gran perjudicado ha sido el todopoderoso Prince, que se ha visto obligado a suspender el concierto de presentación de su nuevo disco, previsto para la misma fecha, alegando las más varIopintas escusas. El cantante de Minneapolis no pudo asumir el riesgo que suponía un pulso directo con los bad boys de Los Ángeles.WeMbley despertó la mañana del sábado con largas colas de gente frente a sus puertas. Las entradas se cotizaban entonces en la reventa a 100 libras (más de 20.000 pesetas). La policía calificaba el concierto como "un acontecimiento de alto riesgo", y sólo se atrevían a compararlo con "un partido de fútbol caliente, un Liverpool-Manchester". A las cinco de la tarde el recinto estaba prácticamente abarrotado, y comenzaba su actuación Skiw Row, una de las dos bandas teloneras. Nine Inch NiLs habían abierto fuego.

Cuero negro

"No recuerdo haber visto tanto pelo largo tanto cuero negro en un coNcierto desde que los Rolling Stones actuaron en Hyde Park, y eso fue en l969". El veterano locutor de la BBC recordaba en voz alta con una mezcla de nostalgia y admiración. Junto a el estaba sentado un chico de alrededor de 20 años que lucía un tatuaje de filigraNa en la Espalda: la bandera de Estados, Unidos, la de Inglaterra, el aNagraMa de Guns n' Rouses y la leyenda "estos colores no se escondieron en la guerra del Golfo". Faltaban 30 minutos para las seis de la tarde, y los reventas ya sólo pedían por una entrada 15 libras.

Dicen que los miembros de Guns n' Rouses pasan los minutos previos a sus actuaciones enclaustrados en una jaula de acero. "Ningún camerino normal podría retenernos", dicen, "cuando sabemos que estamos tan cerca de: las guitarras, del público ...". A las ocho en punto rompieron los barrotes, y se lanzaron al escenar, o del histórico Weimbley desplegando una fuerza animal. La velocidad del punk, la rítmica del rock and roll y la estética del heavy metal reunidos en un solo grupo. Poco importó que el sonido inicial fuese infame. El atronador volurnen y las frenéticas contorsiones de los seis músicos hicieron su papel.

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