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LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO

Abogados moscovitas se "reconvierten" en EE UU

D. MARGOLIC Dos abogados moscovitas, Alexandr Domrin, de 29 años, y Olga Razbash, de 37, se encontraron en Washington, aunque sólo brevemente. El partió urgentemente a Moscú llamado por el Soviet Supremo de la Federación Rusa y ella acababa de llegar a Estados Unidos directamente de las barricadas que protegieron a Boris Yeltsin. A pesar de sus diferentes itinerarios, los dos abogados tienen una misma misión.

Ambos trabajan para implantar un nuevo orden en la justicia de su país, pisoteada tras 75 años de comunismo. Deberá pasar al menos una generación para que la gente deje de ver a los abogados y jueces como lacayos del Estado y legitimadores de la tiranía. Los dos jóvenes forman parte de los 47 abogados soviéticos que han venido a Estados Unidos invitados por el Colegio de Abogados. Ocho letrados checoslovacos también han visitado el país en un programa similar.

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¿Puede este tipo de programas moldear mentes jurídicas? Después del fallido golpe, una de las alumnas, la moscovita Olga Dyuzheva, escribió al director del programa, Steve Raikin. En la carta admitía que tenía sentimientos contradictorios sobre Yeltsin pero que "como patriota y como abogada se había sentido insultada por la indecente violación de la Constitución", que cuando se enteró de la rebelión cojió inmediatamente su ejemplar de la carta magna y en cuando se aseguró de que el texto no autorizaba el comportamiento de los golpistas, se fue a la Casa Blanca rusa. "Steve", escribía, "éste es uno de los resultados de mi estancia en EEUU. Para mí, la Constitución es ahora el máximo texto legal".

Harta de tanques

Olga Razbash partió para Pittsburg donde trabajará en varios departamentos de la Universidad y en varios bufetes de abogados. Es tal el estado de la justicia en la URSS que considera que su estancia en estas instituciones es tan revolucionaria como la que pasó en las barricadas. Olga es una de las fundadoras de Ecojuris, la primera firma de abogados expertos en medio ambiente.

Pero trabajan con una gran desventaja: en su país no hay Ley del medio ambiente. Durante su estancia en EE UU quiere aprender la, manera de presionar para que se dicte dicha ley y cómo llevar ese tipo de casos. "Ahora no puedo influir en política, todo lo que podía hacer lo hice esos tres días" dice, "lo que tengo que hacer es formarme. La gente está harta de tanques y quieren que la ley mande".

Dornrin estuvo en el Instituto Internacional de Leyes, en el servicio de investigación de la Biblioteca del Congreso y en la facultad de Derecho de la Universidad de lowa, estudiando la Constitución americana y protección de los derechos. Ahora le gustaría tomar parte en la redacción de la nueva Constitución Rusa.

Copyright The New York Times

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