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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Acción y ajetreo

Hay un dicho en las jergas del teatro que puede aplicarse literalmente al cine y, en especial, al cine policiaco, ese cuyo entretejido argumental consiste en el desarrollo de una intriga vertebrada sobre lo que llamamos acción en cuanto agresión: violencia.Dice ese dicho que, en la escena no hay que confundir la acción con el ajetreo; y analógicamente que una cosa es la violencia y otra muy distinta, cuando no opuesta, la carnicería. Distinguir bien entre ambas; discernir entre lo que es el caos en su acepción noble y el caos en su vertiente innoble: el barullo; tener claridad de ideas a la hora de trazar la frontera que separa una cosa de la otra, es por completo indispensable cuando se elabora una película de este tipo.

Todo por la pasta

Dirección: Enrique Urbizu Guión: Luis Marías. Fotografía: Carles Gusi. Música: Bernardo Bonezzi. Montaje: Ana María Murugarren. Producción: Joaquín Trincado. España. 1990. Intérpretes: María Barranco, Kiti Manver, Antonio Resines, Pedro Díaz del Corral. Pepe Amezola, Klara Badiola, Pepo Oliva, Caco Senante. Luis Ciges, Pilar Bardem, Aurora Montero, Chete Lera. Estreno en Madrid: cines Coliseum, Novedades y Aluche.

Enrique Urbizu, un joven realizador español con sólo dos largometrajes en su carrera, es ya un director solvente, con muchas y más que buenas dotes para dar contribuciones serias al cine español, que dará qué hablar y que ya da muestras de un talento singular, además de un dominio poco común de su oficio.

Lo mejor de Todo por la pasta, junto a algunas actuaciones magistrales -sobre todo las de Kiti Manver y Pilar Bardem, ésta en un personaje episódico que crea con enorme fuerza, apoderándose por completo de la escena -es el ejercicio, a veces cercano al virtuosismo, de dirección de Urbizu, que extrae de un guión con Algunas buenas ideas y, esbozos de personajes, pero incontinente, desordenado e inclinado a ese ajetreo y barullo que nos referimos, escenas de violencia originales y vigorosas, elaboradas con ritmos interiores de gran precisión, tal como requiere el juego del thriller, que debe tener dentro algo de mecanismo de relojería.

Pim-pam-pum

Hay que ver esta película, lo merece. Está por encima de la media que suele ofrecernos el pobre cine español de hoy. Tiene escenas -por ejemplo, la del atraco al bingo, la de la torre donde Luis Ciges amenaza con suicidarse, la ya aludida del prostíbulo que regenta Pilar Bardem, la del tiroteo entre Resines y los gorilas de Senante, y otras- donde violencia. horror y humor se combinan en dosis equilibradas y se libran de caer en el galimatías en que caen otras.

Pero los esfuerzos de los intérpretes y de su director no logran -es en realidad imposible: este espectador ha visto dos veces la película y no ha logrado hilvanar todavía su insalvable dispersión argumental, la colisión y el agolpamiento de situaciones, personajes y sucesos- vertebrar e interrelacionar las varias intrigas paralelas que se entrelazan en el filme y una buena parte de la inteligibilidad de este se pierde en un pim-pam-pum, pues casi no hay una secuencia donde alguien no mate a alguien y esto da lugar a que. se produzcan serias dificultades para averiguar quien es ese alguien y por qué hace lo que hace.

Le faltan al guión zonas de respiro, puntos bajos que permitan ver -y por supuesto disfrutar- los puntos altos y dejen tiempo al espectador para asimilar lo que ocurre, que es una cascada de sucesos tan veloz como inasimilable. Los intrincados acontecimientos de Todo por la pasta se suceden de manera tan vertiginosa que el proceso de formalización de Urbizu, su admirable precisión en el encuadre y el montaje (ya aludimos a su talento para dar ritmo interior a la secuencia, lo que es el sello del gran director) da lugar a una película en conjunto informe, desequilibrada y, pretendiendo ser toda ritmo, arrítmica.

El Filme está con frecuencia al borde de la maestría, pero a causa de estas graves deficiencias de escritura, se queda a mitad de camino, entre la elocuencia de la acción y la insignificancia del ajetreo. No obstante, merece la pena distinguir en Todo por la pasta el oro de la ganga, porque pese a todo hay oro dentro de ella y es gratificante descubrirlo.

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