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Vuelve 'el hombre'

Gil y Gil se proclama látigo de delincuentes en Marbella y amenaza con serlo en toda España

Juró Jesús Gil un día de primavera que convertiría Marbella en una isla distinta. Y ya debe de haberlo conseguido. Una isla distinta donde el alcalde puede cortar inesperadamente la N-340, una de las carreteras más transitadas del país, para celebrar un mitin de más de una hora sin que la Guardia Civil de Tráfico intervenga. Una isla distinta donde el alcalde puede provocar a las 3.40 de la madrugada de un sábado una batalla campal entre policías y jóvenes, con sus heridos graves y su vehículo policial calcinado, sin que el Gobierno Civil se queje. Un lugar diferente, donde el alcalde dice, entre las risas y los aplausos de sus vecinos, que el senador de IU por Málaga Andrés Cuevas "es un ladrón y un borracho".

Tiene la misión, según declaración propia, de "desterrar" la delincuencia y la droga de Marbella y de recuperar para la ciudad el esplendor perdido. Y después de Marbella, España entera: "Que el PSOE vaya temblando".Marbella-1991 es un lugar sucio y descuidado por la apatía municipal socialista. Un puerto incierto donde aún fondean la decadencia de la jet set y drogadictos y delincuentes de andar por casa arrasan con las migajas de años de felicidad; carreteras viejas y mal proyectadas. Un lugar de rostros ajados, olvidados ya por el papel couché. Y llegó Gil.

Una idea del grado de compenetración alcanzado entre alcalde y pueblo pudo ser la clausura del trofeo internacional de tenis de Marbella, a principios de este mes. El estadio se encontraba abarrotado y los organizadores, con traje y corbata, entregaban los trofeos. Anuncian la llegada del alcalde y aparece, en medio de una carcajada general, tocado con bermudas y zapatillas.

Empezó el discurso, con una voz poderosa: "Brevementeeee (carcajadas del público). Brevementeee os digooo (más carcajadas)". En ese momento Gil se ríe también y empieza a decir que el torneo es una idea maravillosa, que los jeques van a volver a invertir en Marbella y que "el otro día, por ejemplo, en las Noches de tal y tal...". La gente reía y al final aplaudió a su alcalde.

"Es un dictador, pero un dictador estupendo". Es la definición popular para un alcalde, barrigón y absoluto, en cuyo haber, además de miles de palabras, sólo se cuentan dos promesas cumplidas: guerra a la suciedad y a la delincuencia. Tras las elecciones, Marbella se llenó de policías y barrenderos; de patrulleros alquilados y de decenas de volquetes con la suciedad de años de abandono. "Voy a utilizar la alcaldía en beneficio propio", avisó. Y cuando se esperaba la protesta airada, por los bares y cafeterías de Marbella, en la peluquería y en el mercado se oyó: "¡Qué tío!".

"Aquí antes no se podía ir por la calle porque te ponían una navaja en el pescuezo, y ahora hay seguridad; antes te comía la mierda, y ahora Marbella está que da gloria verla. Desde luego no son formas ésas de ir insultando al personal, pero son las cosas de Gil...", dice un camarero de unos 40 años.

Dos meses después de su llegada a la alcaldía, Jesús Gil ha provocado, no obstante, la crispación entre buena parte de los vecinos del pueblo.

La guerra llegó a Marbella en sábado y de madrugada. Miles de jóvenes, entre los 15 y los veinte y pocos años, distribuyen su alegría entre los 22 bares del puerto deportivo. La música suena fuerte, como siempre. Y, de pronto, llegó Gil.

Eran las 3.40 de la madrugada y todavía quedaban en el puerto algunas parejas adultas con niños. Rodeado por decenas de guardaespaldas armados hasta los dientes con porras y pistolas, Jesús Gil inició su paseo. Su presencia en el puerto deportivo fue saludada por la sorpresa de los jóvenes, que en un principio sólo acertaron a sonreír.

Jesús Gil entonces se acerca a un grupo, y les dice: "¡Qué cara de borrachos tenéis!". El ambierite está cada vez más tenso. Gritos de "fascista, fascista". Hay, un grupo que corea: "Gil... Gil... GiltIer". El alcalde se para, mira a su alrededor, y enseña el dedo corazón en gesto despectivo y desafiante. Vuela un vaso. Una silla después. Los jóvenes que se encuentran más cerea de Gil aguantan la primera carga de la policia, y en cuestión de segundos llenan el traje del alcalde de salivazos y restos de copas. El alcalde huye. Desde esa hora y hasta el amanecer, se desarrolla una batalla campal que se salda con decenas de heridos, uno de ellos muy grave.

La corta historia de Jesús Gil y Gil al frente de la alcaldía está marcada por dos etapas: antes y después estos incidentes. Jóvenes y mayores de Marbella, votantes todos de Jesús Gil a tenor de su aplastante mayoría, han abierto ahora una discusión sobre los métodos de su reinado.

"Nunca la policía había pegado a jóvenes y a mujeres embarazadas con ese ensañamiento; nunca padres e hijos se habían enfrentado por cuestiones políticas", asegura un vecino que se reconoce votante de Gil. Si bien el alcalde se despidió de los incidentes del puerto con una frase esclarecedora -"ya tengo lo que quería, queda demostrado que todos estos son unos delincuentes"-, el efecto ha sido el contrario. Hasta los más acérrimos de sus partidarios debaten ahora si de verdad será bueno para el turismo poner un policía en cada esquina, controles continuos en la carretera y convertir Marbella en un estado policial. Y ya los primeros menean la cabeza en señal de desaprobación.

El camarero de un hotel de lujo resume una corriente de opinión: "Yo confiaba en los socialistas y me engañaron. Voté a este golfó porque si me engaña no me cogerá de sorpresa". El camarero en cuestión conserva aún su carné del PSOE.

"Estamos preparados para rnachacar", repite una y otra vez Antonio Ruiz, responsable de la formación de la policía local. Ruiz, junto a alguno de sus colaboradores, ha permanecido varios meses en Israel con las fuerzas del Mossad (servicio secreto israelí) recibiendo instrucción. De ahí su énfasis bélico, alentado por el propio alcalde Gil, quien se refiere constantemente a la importancia de poseer "la mejor policía de España".

El desagravio

Nueve de la noche del pasado Jueves. Gritos a favor de Gil. Es un desagravio por las informaciones de prensa. La manifestación, convocada bajo el lema "los jóvenes con Jesús Gil", alcanza una media de edad respetable. Hay cuatro pancartas iguales, confeccionadas con la misma tela plástica, con idéntico tipo de letra. Gil agradece el gesto "espontáneo" de sus partidarios. Desde las ocho de la tarde uno de los dos sentidos de la N-340 perinanece cortado. El alcalde sube a una tarima de madera instalada sobre la doble línea continua de la carretera cortada. Cuarenta y cinco minutos de discurso. llabla de sus proyectos, de recorrer "toda España para terminar con la delincuencia". Más allá de su figura se divisan varios kilómetros de atasco. Son sus cosas, y está decidido a obtener resultados. "Y si no, traemos a los legionarios", amenaza.

Las putas y tal

Jesús Gil declaró este año, tras celebrarse las elecciones municipales, que crearía un putódromo, un centro donde recoger a las putas que pasean por las calles de Marbella. Espartaco Santoni, amigo íntimo de Gil, asegura que eso sería tan vejatorio como crear un mariconódromo.

La polémica parece innecesaria si se tiene en cuenta que en la calle sólo trabajan Trini, Charo, Ana, Isabel -una mujer musulmana embarazada que sólo dice en castellano "fogui-fogui, 5.000 pesetas"- y alguna otra que aparece de forma esporádica. Las chicas se apostan en la cuesta de la Circunvalación, cerca del club Financiero Inmobiliario donde Gil tiene su oficina. Son pocas y sufridas.

Ellas también han notado que hay otro alcalde. Los municipales se pasean constantemente por la cuesta y las incitan a pasear. "El problema, más que nada -afirma un policía que acaba de decirle a la prostituta que se dé una vuelta-, es la droga que consumen, y que le pueden contagiar el sida a cualquiera. Para un pueblo que vive del turismo, la imagen de esta gente es nefasta. Por eso le decimos que anden, porque así disimulan más su condición".

"Yo soy viuda -cuenta una de ellas, de 29 años-, tengo dos hijos y mis padres no cobran pensión. Tengo que buscarme la vida, y si con ello gano para un chute, no se lo robo a nadie. Nuestros clientes vienen aquí desde hace años y no nos vamos a ir a otro sitio. Lo que tiene que hacer, en vez de facilitarnos un centro donde ejercer la prostitución, es darnos un trabajo".

En cuanto a sus chulos, tan sólo hay dos que, según la policía, nunca han herido ni atracado a los clientes. El resto de las putas, y son muchísimas según los agentes, están en las saunas, los puticlubs lujosos de las urbanizaciones y en Puerto Banús. "Pero es imposible pescarlas en la calle porque no parecen lo que son". Sin embargo, a las de la cuesta parece notársele mucho su profesión y por eso, los agentes les dicen que se paseen. "Ellas saben que no las podemos echar, pero al menos mientras andan pueden dar el pego de que no son lo que son".

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