El renuncio de Marruecos
NO ES posible minimizar la gravedad de la decisión tomada por el rey Hassan II de posponer la realización del referéndum, controlado por las Naciones Unidas, en el Sáhara occidental. Sobre todo, porque este cambio de actitud se produce cuando ya los preparativos están en marcha, y pocos días antes de que entre en vigor el alto el fuego fijado para el 6 de septiembre. A partir de esta fecha, los 2.800 miembros de la misión de la ONU para la organización del referéndum -militares, policías y civiles- debían controlar el cese de los combates y todas las medidas encaminadas a que los habitantes del territorio pudiesen emitir su voto: bien a favor de un Sáhara independiente, bien a favor de la integración en Marruecos, que es la situación de hecho que existe en la zona desde la retirada española de 1975.Hasta la reciente decisión anunciada por el rey, la política oficial de Marruecos ha sido aceptar el plan de las Naciones Unidas para el referéndum, plan que fue ampliamente consultado con las autoridades marroquíes. No obstante, ciertos signos precursores de que esa actitud se estaba modificando tuvieron lugar a principios de agosto. El bombardeo de las localidades de Tifariti y Mejarise, en la zona administrada por el Frente Polisario, no eran coherentes con una política encaminada a preparar el referéndum en buenas condiciones. En aquella ocasión, el secretario general de la ONU se dirigió a las dos partes llamándolas a la moderación y a no entorpecer las labores previas a la consulta. Ahora resulta evidente que aquellos bombardeos anunciaban el retorno a la acción militar y el abandono de la vía de una solución pacífica, en el marco de la ONU. Ello ha sido corroborado esta semana por el ataque marroquí contra Bir Lahlu, capital provisional de la República Saharaui.
Los argumentos empleados por el rey de Marruecos para justificar su decisión son muy contradictorios. Por un lado, afirma su deseo de respetar la legalidad internacional, dice que acepta los principios del plan de la ONU y se queja sólo de defectos de procedimiento. Por otro, proclama que el Sáhara es marroquí y que el referéndum sólo puede ser de confirmación de "esa realidad indiscutible". Pero la razón de ser del referéndum, y del control de la ONU, es precisamente que, en términos legales, la soberanía sobre el Sáhara occidental no está resuelta. Al renunciar a su dominio colonial en esa zona, España aceptó que la administración pasase a manos de Marruecos. No la soberanía. Esa realidad es la que no permite a Marruecos ser dueño legal del Sáhara y le obliga a aceptar el referéndum.
Si Marruecos tiene plena seguridad de que la consulta vaya a serle favorable, es absurdo que, cuando está a punto de iniciarse el proceso que conduce a él, se eche atrás con pretextos tan baladíes como los esgrimidos por el rey. Ante este viraje de Rabat, lo lógico es pensar que la opción de la independencia tiene más apoyo de lo que inicialmente pensaba el Gobierno marroquí. Tendencia confirmada por noticias de otras fuentes.
La ONU debe responder con energía a un cambio de actitud que es, entre otras cosas, una afrenta hacia la organización internacional. Por su parte, España tiene, por razones históricas, un interés fundamental en que el referéndum se lleve a cabo. Las presiones adecuadas deben hacer sentir a las autoridades de Rabat que su obligación, y su interés, es volver a una actitud sensata, respetuosa de la ley internacional.
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