Mojiganga tragicómica
EMILIO MARTÍNEZ Los inicios del festejo más semejaron una mojiganga de las que se celebraban antes del despeje de plaza durante el siglo XVIII aunque con ribetes tragicómicos. Ocurrió que el primer bicornillo se acamaba continuamente y hubo de ser devuelto. Cuando iba a entrar por toriles nuevamente de regreso, salió un berrendo con aspecto de cabestro hasta en el afeitado de sus pitones. Pero no, para sorpresa del cotarro se trataba realmente del tercero de lidia ordinaria.
El matiz cómico surgió con el enfrentamiento de ambos machos a centellantes cornadas mientras rompían burladeros y el público lo pasaba pipa. Lo trágico pudo venir cuando este teórico tercero rompió las tablas de la puerta de cuadrillas y arremetió contra Martín Recio, encerrado, que se defendió con uno de estos tablones y se salvó de milagro. Este magnífico sulbalterno nació ayer de nuevo.
Cardenilla / Ortega Cano, Rincón, Joselito
Toros de La Cardenilla, 1º, sobrero en sustitución de la divisa titular devuelto por inválido, bien presentados, encastados y flojos; 5º y 6º de José Moro, mansos. Todos sospechosos de pitones. Ortega Cano: oreja; dos orejas. Rincón: dos orejas; ovación. Joselito: bronca; oreja. Plaza de San Lorenzo de El Escorial, 9 de agosto. Primera de feria. Lleno .
Por fin el teórico primero entró en toriles y el presidente permitió de forma antirreglamentaria que el tercero se quedase en el ruedo. Con el cual el primero era el tercero. el segundo (lidiado por Ortega Cano) era el cuarto o el sobrero, teóricamente el primero bis; y el tercero era el segundo. O sea, la parte contratante de la primera parte, que hubiera dicho Groucho Marx, cuyo humor surrealista y absurdo se acopla en demasiadas ocasiones a la fiesta. Después el festejo recuperó su ritmo normal. Es decir, toros con dos cuernos sin puntas (bicornillos) ante los que cada espada explicó su estilo. Eso sí, añadir que de toreo y santidad, o sea de orejas que se merecieron cortar, la mitad de la mitad.
A Ortega Cano y Rincón ahora mismo le sirven casi todos los toros y a Joselito, ninguno. De modo que el cartagenero le echó elegancia a sus dos labores con el percal y profundo barroquismo ribeteado de ortodoxia con la pañosa. Lo que Rincón explicó fue su habitual lección de toreo preñado de autenticidad en la realización de las suertes, con distancia, ligazón y temple. Eso fue en su primero, que al manso y peligroso quinto no lo quiso ni ver. Joselito se mostró abúlico y desbordado por la castita del tercero, que era el primero. En el sexto se enrabetió algo y se llevó una oreja ratonera con un toreo encimista y de corte ojediano.
Babelia
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