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Crítica:ZARZUELA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Más ilusión que calidad

Madrid se llena de zarzuela los veranos. En este momento, tres teatros -Centro Cultural de la Villa, Alcázar, Albéniz- ofrecen muestras del género, a cargo de compañías privadas que aprovechan en este mes la ausencia de programación musical y la penuria teatral. Cubren un hueco.Desde diferentes sectores hay una tendencia últimamente a reivindicar la zarzuela: seminarios en cursos de verano, cantantes ilustres. Se la presenta como abandonada de los poderes públicos, como gloria de la música nacional injustamente relegada por la ópera. No se entra en excesivas matizaciones sobre qué títulos mantienen lozanía. Evidentemente, no son todos ni mucho menos.

El barberillo de Lavapiés es una joya del género. Tiene frescura, ingenio en los diálogos, una gracia chispeante. Barbieri fue un tipo curioso que realizó un importante trabajo musicológico de recopilación de partituras antiguas.

El barberillo de Lavapiés

Libreto: L. Mariano de Larra. Música: F. A. Barbieri. Con Fernando Carmona (Lamparilla), Carmen Decamp (Paloma), Carmen Iglesias (Marquesita) y Jesús Lavid (Don Luis). Dirección musical: Antonio Moya. Dirección escénica: Gerardo Mere. Compañía Lírica Ruperto Chapí. Teatro Albéniz, 6 de agosto.

La Compañía Lírica Ruperto Chapí que dirige Fernando Carmona tiene ya 10 años de andadura, desde su debú en Logroño en 1982. Como todas las que se dedican a la zarzuela en la actualidad, su nivel es modesto: pobre y nada imaginativa puesta en escena, discreción musical y voces con más ilusión y entrega que calidad.

Ello no impide la conexión con el público, que aplaude todas las romanzas, los dúos, los coros, con entusiasmo, sin dejar que concluyan los últimos compases musicales. Se aplauden, pienso yo, los fragmentos, las situaciones, el reconocimiento de una memoria musical, de unos aires conocidos y propios.

No faltan majos, manolas, tuna y soldadesca en este Barberillo de Lavapiés, pero la mayor vibración se produce alrededor de Lamparilla, un barberillo que recuerda a un barbero, trasladando Lavapiés a Sevilla. Hasta en el planteamiento figura ya una cierta humildad, humildad que esta representación no desmiente, sino ratifica. Aunque como una señora decía al abandonar el teatro, "ya se sabe, las zarzuelas, o las vemos así o no las vemos".

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