Y Sadam sigue...
Los iraquíes sobreviven a la penuria posbélica a base de vender sus enseres personales
Sadam Husein está convencido de que Irak ganó la guerra del golfo Pérsico contra la coalición de 30 países, y así se lo ha dicho a sus conciudadanos en vísperas del primer aniversario del inicio de la crisis. Con muchas menos posibilidades de expresarse en los medios de comunicación, los iraquíes parecen lejos de compartir el optimismo inagotable de su presidente. Acosados por una carestía que convierte en inaccesibles los productos básicos, los ciudadanos iraquíes han empezado a vender joyas y enseres personales para poder sobrevivir.
Si algo ha cambiado en este año de penuria y sufrimiento para la población de Irak, es que las diferencias entre el país oficial y el país real se han hecho más evidentes. Hace tan sólo 14 meses, el Irak triunfante de la Batalla de Al Qadisiya (como se ha bautizado oficialmente la guerra contra Irán) ofrecía una imagen monolítica, sólida e impenetrable. Ninguna voz disidente, por más que éstas existieran, se dejaba escuchar.Hoy, nadie discute que Sadam Husein vuelve a estar al mando de la nave, pero la resaca de una libertad apenas entrevista en los momentos de revuelta y descontrol que siguieron a la derrota infligida por la coalición ha hecho mella en los iraquíes. En susurros y con discreción, muchos de éstos se atreven a expresar, por primera vez en sus vidas, el hastío y el desencanto de la opresión.
El sentimiento es confuso tanto dentro como fuera de Irak. n el exterior, ni el norteamericano ni el español de a pie comprenden cómo un dirigente puede permanecer al frente de una nación tras haber sufrido tan aplastante humillación. Pero Sadam no sólo sigue gobernando Irak con mano de hierro, sino que se ha negado a renunciar a sus aspiraciones de liderar el mundo árabe.
"No tenemos el sentimiento de no haber salido victoriosos en la gran batalla histórica", ha asegurado el presidente a sus conciudadanos. "Habéis vencido porque habéis rechazado la humillación y la supresión, y os habéis aferrado a un Estado que reforzará al pueblo y a la nación árabe para siempre".
En el interior, quienes hartos de guerras y privaciones económicas rechazan el régimen se preguntan aún hoy por qué Occidente no acabó con Sadam. Quienes fruto de las prebendas respaldan el sistema interpretan la permanencia de su líder como el verdadero triunfo de los iraquíes sobre la alianza.
Una soberanía limitada
Es cierto que el Irak del 2 de agosto de 1991 dispone de una soberanía limitada. Los peshmerga (guerrilleros kurdos) se encuentran en posición de fuerza en el norte del país. Una zona de 2.400 kilómetros cuadrados a lo largo de la frontera con Kuwait se encuentra bajo control de los observadores de la ONU, a la espera de un trazado definitivo de la línea divisoria. Las marismas del norte de Basora sirven de santuario a los opositores shiíes. Los propios acuerdos de alto el fuego han dejado al país en manos de la ONU.
Consciente de esta situación, Sadam Husein ha tomado medidas como la ley de pluralismo político, el anuncio de próximas elecciones, la redacción de una nueva Constitución o la nistía para los prisioneros políticos *que admiten lecturas divergentes. En tanto que el régimen presenta estas iniciativas como muestra de su voluntad de democratización, sus vecinos iraníes, que siguen con lupa cuanto acontece al otro lado del Chat el Arab, le acusan de intentar "ganarse a Occidente para permanecer en el poder".
Desde una perspectiva más independiente, periodistas y diplomáticos, los únicos extranjeros que actualmente visitan Irak, califican las reformas de limitadas, y consideran que Sadam no tiene la más mínima intención de ceder un ápice de su poder. Un hecho sustenta esta interpretación: los dos pilares esenciales del sistema, la Guardia Republicana y el aparato de seguridad, continúan en pie.
El partido Baaz, que fracasó en prevenir la sublevación de kurdos y shiíes el pasado marzo, ha puesto estos días el cartel de cerrado por reformas. En todo caso, la estructura adquirida durante 23 años en el poder le permitirá afrontar sin riesgos la eventual legalización de otras formaciones. En cuanto a la desmovilización del Ejército, constituye un buen gesto propagandístico y ha liberado al Estado de un gasto cuantioso.
El control de los instrumentos de poder, la única vía de contestación interna, puede proceder de la cada día más preocupante situación económica. El Gobierno es incapaz de asegurar un mínimo vital a sus ciudadanos. El sistema de control de precios y subvenciones mantenido durante años de socialismo baazista ha ampliado las consecuencias del embargo internacional.
Sin poder garantizar la importación de alimentos y medicinas -que hace un año alcanzaba el 70% de las necesidades- , el Estado apenas provee a sus 18 millones de habitantes de un. tercio de la ración alimenticia aconsejada por las organizaciones internacionales. El mercado libre,
'do por las autoridades,
consent 1 resulta malcanzable para la mayoría. Aur, así, Bagdad se ha permitido el lujo de jugar al ratón y al gato con las misiones internacionales, y, ha escamoteado durante sem a nas los datos de su potencial nuclear.
La amenaza de una intervención mililar estadounidense, cada día i-nenos verosímil y el peso insoportable de las sanciones econc,inicas, garantizan que cumplirá con las exigencias. Su solicitud para vender petróleo o desbloquear fondos depende de ello.
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