'Embraguetao' y 'arreunío
Galache Caballero, Mazcuñán, RosaNovillos de Salustiano Galache, 1º impresentable con aspecto de eral, 2º chico, resto discretos de presencia, todos muy escasos de pitones o gachos y brochos, flojos, pastueños en general; excepcionalmente nobles 4º y 6º.
Manuel Caballero: bajonazo (aplausos y saludos); estocada baja (oreja). Jorge Mazcuñán: estocada tendida, rueda de peones -aviso- y descabello (aplausos y salida al tercio); Estocada (aplausos y salida al tercio). Angel de la Rosa: seis pinchazos -aviso- y dos descabellos (silencio); estocada desprendida y dos descabellos (oreja).
Plaza de Valencia, 23 de julio.
Tercera corrida de feria. Media entrada.
JOAQUÍN VIDAL,
Ángel de la Rosa toreó al sexto novillo embraguetao y arreunío. No es cualquier cosa; por ejemplo, no es grano de anís ni agua de borrajas. Para embraguetarse -y luego arreunirse- con un toro (o aunque sea novillo) que amenaza por delante con un par de pitones, hace falta mucho corazón y mucha torería. El novillo fue de una boyantía sensacional, no cabe la menor duda, pero hubo otro novillo de sensacional boyantía en la tarde y el diestro a quien correspondió, que era el albacetense Manuel Caballero, no lo toreó ni arreunío ni embraguetao.
Ahora discutirán los catedráticos en ciencia taurómaca si el albacetense Manuel Caballero no toreó embraguetao y arreunío a su boyante novillo porque era menos sensacional que el del valenciano Ángel de la Rosa, pero se pueden aportar a la discusión datos esenciales que permiten dudarlo. El más importante de todos, que Manuel Caballero no quiso ni embraguetarse ni arreunirse nunca jamás, ni con ese cuarto novillo de sensacional boyantía, ni con el primero, que tampoco era manco (cojo, en cambio, sí; inocente, también) y presentaba el inconfundible aspecto de una eralita de tienta, incluídos su cuellecito tierno y su carita infantil.
A ambos ejemplares Manuel Caballero les dio muchos pases, con mayor cantidad y aseado esmero al cuarto, lo cual se corresponde con los recursos que debe tener un torero en las mismísimas puertas de su alternativa -como es el caso-, si bien en nada revaloriza a quien tiene muy fundadas pretensiones de ser en el escalafón superior una Figura del toreo.
Porque cuando salta a la arena un novillo de sensacional boyantía, y esa arena pertenece a una plaza de primera -caso de Valencia-, y es feria de julio, y la alternativa está en puertas, no basta con darle muchos pases con aseado esmero; hay que aplicar el canon del toreo e interpretarlo con sentimiento artístico. Manuel Caballero, sin embargo, no hizo ni lo uno ni lo otro: descargaba la suerte -y así no hay manera de aplicar el canon, mientras se esforzaba en pegar pases de factura industrial hasta agotar la enorme capacidad embestidora del novillo.
El otro novillo sensacional tampoco paraba de embestir y, a ese, Ángel de la Rosa, después de pasárselo muy cerca y en redondo con las dos rodillas en tierra, ya de pie, sí le cargaba la suerte, sí lo ceñía en torno al ritmo del suave giro de su cintura, sí lo llevaba templadito embebiéndolo en la roja franela, muy baja la mano de mandar; sí le ligaba los pases, sin pérdida ni cesión alguna de terreno. Lo que producía el prodigio -siempre repetido tantas cuantas veces el toreo se ajusta a los cánones y se interpreta desde la inspiración- de ir perfeccionando embestidas y suertes hasta alcanzar momentos de gran emotividad y belleza.
Sobre el morrillo
Mediada la faena, Ángel de la Rosa tenía armado un alboroto de entusiasmo en los tendidos -algunos sectores hasta pedían ya la oreja-, y a la de cuadrar y matar en la modalidad del volapié clásico, se volcó sobre el morrillo, encunándose literalmente, para conseguir un estoconazo hasta la bola. Tardó el novillo en doblar, pues quedó la espada poquitín desprendida y su casta le mantenía alerta, codicioso con cuanto se moviera a su alrededor, y ese fue el motivo de que el presidente no accediera a conceder la segunda oreja, que se pidió con clamor, y de que Ángel de la Rosa no pudiera salir a hombros por la puerta grande.
Jorge Mazcuñán, en su turno, también apuntó el toreo bueno, con mejores resultados en el segundo novillo que en el quinto, ambos manejables, en efecto, pero no de sensacional boyantía. Tantas veces, en la fiesta, la suerte influye mucho. Aunque no siempre es una suerte disponer de un toro sensacional. Los toros buenos descubren a los malos toreros, se suele decir en los mentideros taurinos. Claro que si el torero se embragueta y se arreune con el toro sensacional, a la manera de Ángel de la Rosa con el Galache sexto del festejo de Valencia, se da el resultado contrario: que el buen toro descubre al buen torero, e incluso valdría decirlo al revés. Torear arreunío tiene importancia, y embraguetao mucho más, pues, al fin y al cabo, se está ofreciendo en holocausto lo que su propio nombre indica, ¡nada menos!
Babelia
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