No utilizar a tiempo opiáceos puede convertir el dolor en intratable, según una experta británica
La utilización de morfina para aliviar el dolor de los pacientes no sólo no acorta la vida, sino que incluso contribuye a alargarla, y tampoco crea dependencia, como muchos médicos creen, según Mary Baines, directora asistencial del Saint Christopher's Hospice de Londres (Gran Bretaña). Este hospital, dedicado a enfermos terminales, ha creado e impulsado la aplicación de las llamadas curas paliativas -los cuidados que deben recibir los enfermos desahuciados para aliviar su tránsito hacia la muerte-, que ahora están introduciendo algunos hospitales españoles."Muchos médicos de Gran Bretaña, y creo que también de España y otros países, creen que si comienzan a administrar la morfina pronto en enfermos cuyo pronóstico indica que la enfermedad será larga los fármacos reducirán su eficacia", explica Mary Baines. "Esto les lleva a retrasar más allá de lo necesario el inicio del tratamiento con opiáceos".
"Nuestra experiencia", prosigue, "nos demuestra que esta actitud constituye un error que el enfermo puede llegar a pagar muy caro, porque muchos de los casos de dolor intratable con que nos encontramos en fases terminales se deben precisamente a que han tenido un control inadecuado en las primeras fases de la enfermedad".
En opinión de la doctora Baines, que participó recientemente en un congreso internacional sobre centros socio-sanitarios celebrado en Barcelona, el pronóstico de que la enfermedad será larga no constituye nunca una contraindicación para administrar opiáceos. "La indicación para recurrir a la morfina es la intensidad del dolor, no la duración previsible de la vida", afirma.
"Tenemos casos de pacientes que han tomado morfina durante uno e incluso dos años, y algunos han necesitado dosis muy altas, y hemos comprobado que la respuesta sigue siendo buena y la tolerancia a la droga muy alta. Es decir, que si se aumenta la dosis gradualmente, conforme aumenta el dolor, apenas disminuye su eficacia por prolongado que sea el tratamiento".
Los estudios efectuados en el Saint Christopher's Hospital, donde cada año se forman unos 3.000 especialistas, indican que la adecuada administración de opiáceos aporta una mejora total en el 87% de los casos, en un 9% produce una mejora aceptable y sólo en el restante 4% los resultados son parciales.
Viejos prejuicios
Los prejuicios médicos y sociales contra los medicamentos derivados de la morfina son viejos y arraigados. "No cabe duda de que el Papa quiere ayudar a los enfermos terminales cuando afirma que es lícito recurrir a las drogas contra el dolor, pero contribuye a afianzar los prejuicios cuando añade: 'Incluso cuando de su uso pudiera derivarse un acortamiento de la vida". "No es cierto" añade Baines, "que la morfina acorte la vida. Al contrario, todavía no tenemos estudios que lo demuestren, pero estamos convencidos de que la prolonga. En cuanto controlamos el dolor y los síntomas molestos, el paciente cambia radicalmente de actitud psicológica y responde mejor a la terapia".Mary Baines asegura, desde los 24 años de experiencia del Saint Christopher's Hospice, que es falso que la morfina cree dependencia, otra idea ampliamente extendida entre los médicos y las familias de los enfermos. "Este extremo está bien estudiado. Se ha comprobado incluso en algunos casos desgraciados de error diagnóstico. Hemos tenido algún enfermo en situación supuestamente irreversible que recibió tratamiento intenso de morfina y que después de unos meses se observó, contra todo pronóstico, que su estado mejoraba.
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