Un país que se odia a sí mismo
ENVIADO ESPECIAL"Los serbios dicen que si se produce la secesión habrá guerra y Europa se verá afectada por el conflicto. Los eslovenos y los croatas sostienen que toda nación tiene derecho a la autodeterminacíón y, si Europa no lo reconoce, vulnerará un derecho elemental. El problema es que nadie en Europa está preparado para pagar el precio de lo que va a suceder en Yugoslavia. Pero el precio deberá pagarse ahora o en un futuro no muy lejano". Con escaso optimismo y buenas dosis de realismo resumía el parlamentarlo polaco Konstantin Geberts los debates que el domingo ocuparon la conferencia extraordinaria de la Asamblea de los Ciudadanos de Helsinki celebrada en Belgrado.
No importa que el diputado Geberts sea mucho o poco conocido por los españoles. En todo caso, sirve para ilustrar cuál es la percepción que recibe un observador exterior cuando escucha aquí las posturas de los actores en la crisis yugoslava. Geberts siguió atentamente las intervenciones en la conferencia de los representantes de Eslovenla, Croacia, Serbia, Montenegro, Bosnia-Herzegovina y Macedonia, las seis repúblicas que todavía hoy componen la federación yugoslava. Todos son considerados moderados representantes del nacionalismo. Todos están en contra de la guerra, y sin embargo, ninguno de ellos consiguió disipar con sus palabras el temor a que el estallido es poco menos que inevitable.
Aunque el riesgo de un conflicto abierto y generalizado no ha surgido de la noche a la mañana, los sucesos de los últimos días han acelerado el enrarecimiento de una situación hasta conducirla a un punto de difícil retorno.
El semanario serbio en lengua inglesa The International Weekly publica en su último número un artículo bajo el título Un país que se odia a sí mismo, en el que advierte que en las últimas semanas los acontecimientos han seguido su propia lógica y han escapado cada vez más a todo control: "Slobodan Milosevic no maneja todos los hilos en Serbia; Franjo Tudjman apenas ejerce influencia sobre las tropas croatas a las que suministró armas; Milan Kucan ha dicho que dio una orden (proclamación de independencia de Eslovenla) que más bien debería interpretarse como su ilusión. Si los presidentes de las tres repúblicas más importantes de Yugoslavia no son capaces de poner orden en sus respectivas casas, sus obedientes representantes en la presidencia federal tienen todavía menos poder".
Serbia cambia
En este contexto, el clima político en Serbia, la principal república, está cambiando. Cada vez son más los que opinan que, si Eslovenla desea abandonar la federación, no merece la pena combatir para impedírselo. Pero si Croacia decide seguir el mismo camino, se planteará entonces la delicada cuestión de dibujar la frontera entre Serbia y Croacia, y a partir de aquí, el rosario de reivindicaciones territoriales puede presentarse en toda su crudeza.
El presidente de Macedonia, Kiro Gligorov, ha asegurado que la mayoría de la población macedonia, al menos aparentemente, está a favor del mantenimiento de Yugoslavia en una u otra forma. Bosnia y Herzegovina quedarían completamente divididas. Los croatas, que son la inmensa mayoría en Herzegovina occidental, se sienten parte de Croacia. Los serbios en Bosnia Krajina han anunciado su unificación con Knin Krajina, en Croacia. Los serbios en Herzogovina oriental consideran que su opción más natural sería unirse a Montenegro.
En definitiva, la proclamación de la independencia de dos repúblicas y la amenaza de guerra no sólo no ha modificado la postura de los líderes políticos de las otras repúblicas, sino que ha servido para acentuar su radicalismo.
Si es cierto, como insinúan algunas voces, que los líderes eslovenos consideraban necesaria la guerra, si no para ganarla, sí para internacionalizar el problema, el objetivo parece conseguido. El propio presidente de esta república, Milan Kucan, lo ha dicho con estas palabras tras la reciente reunión con la delegación de la Comunidad Europea en la isla de Brioni: "Hemos conseguido hacer realidad nuestro propósito de internacionalizar la crisis yugoslava".
La gran duda es si dicha internacionalización puede aportar iniciativas que favorezcan una solución negociada o servirá para exportar la crisis más allá de las actuales fronteras yugoslavas.
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