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La visita de dos ministros marroquies a Ceuta confirma la voluntad de diálogo con Madrid

Rabat La visita a Ceuta el sábado de los ministros marroquíes del Interior, Driss Basri, y de Inmigración, Rafek Haddaui, ha coronado una semana histórica para las relaciones entre Marruecos y España y confirma la voluntad del Gobierno de Rabat de resolver por el diálogo los problemas con Madrid, tal como establece el acuerdo de amistad y cooperación firmado el jueves y, además, de convertir a España en relación privilegiada, incluso en detrimento de Francia. El Gobierno español ha encajado la presión marroquí con concesiones al peculiar protocolo de - Hassan II, que ha obligado al insólito y doble desplazamiento del Rey y del presidente Felipe González en un momento en que la monarquía alauí es objeto de controversia en relación a los derechos humanos y al referéndum de autodeterminación del Sáhara.

La nueva historia de las relaciones entre España y Marruecos empezó a escribirse el jueves cuando se Firmó en Rabat el tratado de amistad y cooperación. El Gobierno español había estudiado con minuciosidad y detalle la operación, teniendo como interlocutor directo al propio rey Hassan II de Marruecos, que es quien detenta en realidad la estrategia y dirección de la política exterior .de su país.La diplomacia española había desaconsejado la posibilidad de que la firma se efectuara en Granada, ante el temor de que el rey Hassan II no cumpliera estrictamente los horarios y el protocolo y provocara una reacción crítica de la prensa, como sucedió en su visita a Madrid el pasado septiembre.

En esta misma línea el Gobierno español rechazó los insistentes intentos por parte marroquí de que la delegación permaneciera más de un día en la corte de Rabat, haciendo coincidir la presencia del Rey de España y de Felipe González con los festejos del 620 aniversario del monarca alauí y la celebración de la riesta de la juventud. Con esta negativa, basada en razones formales de calendario, España se aseguraba reducir al mínimo las posibilidades de errores y de problemas optándose en consecuencia por una visita rápida y protocolaria.

Un difícil discurso

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Pero, a cambio, la diplomacia española se ha visto obligada a hacer importantes concesiones, entre ellas la de otorgar al rey Juan Carlos 1 un papel de protagonista privilegiado en una operación de gobierno diseñada por la Administración. La presencia del rey Juan Carlos en Rabat permitía, a su vez, que Hassan 11 no tuviera que renunciar a sus prerrogativas y su control sobre la política exterior del país. Como consecuencia don Juan Carlos se vio obligado en Rabat a pronunciar un discurso más propio deun presidente de Gobierno que de un monarca constitucional. Un discurso en el que se hacía referencia al puente entre Espa¡ía y Marruecos o al pabellón que Rabat construirá en la Expo 92, dos obras especialmente tuteladas por el monarca marroquí.

Felipe González se vio temporalmente relegado a un segundo plano en Rabat convirtiéndose en partenaire de un primer ministro marroquí, Azzedine Laraki, al que apenas se le da importancia en la corte del rey y que en cuanto a influencia está por debajo de cualquiera de los consejeros de Hassan 11 o del todopoderoso ministro del Interior, Driss Basri. La imagen de un Felipe González perdido en el aeropuerto de Rabat-Salé, en medio del protocolo, mientras en cabeza marchaban Hassan 11 y Juan Carlos es una muestra fiel de esta concesión pragmática.

Pero aún ha habido más concesiones. Entre todas ellas cabe resaltar la firmeza deGonzález en su silencio público sobre la política de derechos humanos que sigue Marruecos. Entre otras razones, porque éste es el elemento desencadenante de la enemistad actual entre París y Rabat, que ha permitido a España colocarse en un lugar privilegiado en la corte alauí. Este silencio formal y aparente podría inducir a error y herir la sensibilidad democrática del propio González y del Gobierno socialista. Toda la clase política española, fuera de un destacada excepción, ha comprendido las razones íntimas de este silencio.

Toda esta complicada operación causará importantes frutos políticos y económicos. El primero de ellos ha sido la visita de Driss Basri a Ceuta, la primera que realiza a las plazas españolas del norte de África un ministro marroquí. La calidad e importancia política del hombre de Rabat realza lo que podría considerarse una simple anécdota: cruzar la línea que divide los dos países. Este gesto, que rompe un tabú del nacionalismo marroquí, sugiere la decidida voluntad de Marruecos de resolver los problemas con España por la vía del diálogo y poner fin a la política de marchas verdes, sugerida por el partido que encabeza Mohamed Bucetta, el gran amigo de la España franquista.

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