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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lo que pudo ser

Pat Metheny Group y Milton Nascimento.

Pat Metheny (guitarras), Lyle Mays (teclados), Steve Rodby (contrabajo), Paul Wertico (batería), Pedro Aznar (voz, percusión, marimba, guitarra) y Armando Marçal (percusión). Milton Nascimento (voz y guitarra), Tulio Mourao (teclados), Robertinho Silva y Ronaldo Silva (batería y percusión) y Vanderlei Silva (percusiones). 8.000 personas. Precio: 2.000 pesetas. Plaza de toros de Las Ventas. Madrid, 4 de julio.

Nos las prometíamos muy felices por poder presenciar un concierto de esos dos músicos extraordinarios que son Pat Metheny y Milton Nascimento. El primero con su sempiterna camiseta de rayas horizontales, vaqueros y zapatillas de deporte; el segundo, con su inseparable gorra e impecablemente vestido de blanco.Pero lo que tenía que haber sido una noche memorable acabó generando cierta frustración. Como sucede taritas veces las cosas no salieron como se habían imaginado. Y eso que el brasileño Milton Nascimento, 48 años, y el norteamericano Pat Metheny, 36 años, hicieron coincidir sus respectivas giras mundiales en Madrid. Cada uno se presentaba con su propla formación aunque nadie dudaba que una parte importante del concierto los iba a reunir sobre el escenario. Metheny ha comentado muchas veces que no tiene la menor dificultad en tocar con Milton e incluso llegó a decir durante su actuación que sentía un enorme placer "por compartir esta noche con uno de nuestros héroes".

El anhelado encuentro se produjo demasiado tardd. A las tres de la mañana, cuando el brasileño invitó a sus amigos Wagner Tiso -otrora responsable de los brillantes arreglos que arropaban su música-, y Pat Metheny, tres cuartas partes al menos de los presentes habían abandonado el coso y muchos, a esas horas, debian ya estar conciliando el sueño.

Nada hacía preveer que un nino que crecio en una pequena población del interior de Brasil y uno que nació en un pueblo perdido en el centro de los Estados Unidos, a miles de kilómetros de distancia, se harían amigos un día gracias a la música: ambos adoraban el Jazz, los dos aprendieron con la bossa nova, y los Beatles les chiflaban. Precisamente una de las primeras composiciones de Milton Nascimento, Para Lennon e McCartney, fue la escogida para iniciar los escasos minutos de placer compartido.

Todo en contra

Nascimento lo tuvo todo en contra porque no es de recibo tener que salir a cantar a las 2 de la madrugada, en vísperas de día laborable, tras un intenso recital de Pat Metheny y una larga espera por el necesario cambio de instrumentos, que contribuyó a la sensación de cansancio y, finalmente, a la deserción. Las primeras canciones abordaron la realidad de los indios amazónicos, presente en su último disco, Txai ("la mitad de mí que existe en tí, y la mitad de tí que existe en mí"). Hasta que llegó Cais, una de sus joyas de los años 70. Y más tarde, una estremecedora versión de otro de sus clásicos, San Vicente, en la que apareció su impresionante falsete. Fueron apenas dos atisbos de una de las voces más sobrecogedó ras que puedan escucharse en este planeta. Por la brevedad de su presentación se quedaron fuera un montón de canciones magníficas que Milton Nascimento ha ido creando a lo largo de más deveinte años. También s echaron de menos, en su actual directo, aquellos arreglos exuberantes y detallistas que siem pre han caracterizado sus grabaciones. Con la familia Silva anda sobrado de ritmo, pero las orquestaciones no parecen estar a la altura de una música que tiene la amplitud y la profundidad suficientes para cual quier juego instrumental. Cuando Tiso y Metheny se unieron a la banda aquello cambió radicalmente.

Esa riqueza de matices que sí mostró en cambio el grupo de Pat Metheny en las piezas más populares de sus últimos álbumes. Algo así como los grandes éxitos del Pat Metheny Grotip -Last train home, First circle, Better days ahead, Are you going with me?, Spring ain't here, Minuano...-, que fueron desfilando como un paisaje a través de la ventanilla de un tren; con alguna parada para baladas que destilan dosis de ternura (Farmer's trust ... ).

Al final ya no había fuerzas para más, por lo menos por parte del respetable. Ambos se limitaron a un encuentro casi simbólico, dejando ese regusto amargo de lo que pudo haber sido y no fue.

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