El nombre de un mito
LOS AVATARES políticos nunca son capaces de impedir a la larga que la historia confiera a los símbolos el reconocimiento que merecen. Berlín siempre fue un mito, incluso cuando, durante los últimos más de 40 años, castigado y dividido, le obligaron a ser apenas escaparate de odios o recordatorio de libertades. En la noche del jueves, los parlamentarios alemanes decidieron devolverle la capitalidad de su país, arrancándosela a Bonn, "la pequeña ciudad" aburrida e interina que la había usufructuado desde el Final de la II Guerra Mundial. El Bundestag, la Cámara baja del Parlamento alemán, no podía escatimarle esta renovada consagracion, ya prevista, por otra parte, en el tratado de unificación alemana.Los parlamentarios decidieron concentrar en la vieja capital todos los instrumentos de gobierno, evitando que fueran repartidos entre Berlín y Bonn, como querían los más recelosos del centralismo y de la hegemonía de las grandes urbes.
Tal vez sea bueno recordar que en la historia milenaria de la gran capital prusiana, su episodio más siniestro -la etapa política de Hitler- apenas ocupó 12 años. El resto del tiempo, Berlín ha sido la capital de empresas humanas de la más variada índole y, últimamente, de la libertad. La gran capital del Norte. Puede que ahora, al readquirir su condición de ciudad libre, añada a sus dimensiones el curopeísmo generalizador del que tan necesitado está el continente en su vacilante marcha hacia la unidad.
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