'Don Juan' en el Patio de Carlos V
Al fin, el anunciado y polémico Don Juan desarrolló sus aventuras en el Patio de Carlos V, en medio de un éxito sin la menor disensión. De un golpe quedaron atrás incidentes y discusiones, pues la música de Mozart, tan bien hecha como todos esperábamos, remansa cualquier disputa. En Wolfgang Amadeus coincidimos todos y justo es hacer notar que el Don Juan, excelentísimamente dirigido por Antoni Ros Marbá en el 400 festival granadino podría llevarse a la plaza musical más exigente del mundo.Ros Marbá hace un Don Juan precioso, pues extrae de la genial partitura todo el amplio repertorio de ideas, expresiones, situaciones y ritmos dramáticos que la ópera contiene. Y lo realiza, en su detalle y en su conjunto, con asombrosa naturalidad: la misma que exhibieron los componentes de un reparto excepcional, quienes, además, quizá por instinto y profesionalidad de cantantes-actores, lograron una cierta dramaturgia que evitó la estatificación oratorial de la obra.
En ella, por otra parte, el componente teatral constituye un valor radical y sustantivo, vivo y comunicante en los pentagramas mozartianos. Recibimos la increíble lección de Ruggero Raimondi, un Don Juan grave, lírico, escueto y expresivo, que humaniza el mito y lo ennoblece en todas sus acciones y pasiones.
Canta Raimondi como mejor no se puede cantar, apoyado en su voz pastosa, igual, densa y flexible a lo que añade un interminable cúmulo de saberes. Raimondi es músico en el más riguroso y exigente sentido del concepto y esto, justamente, demanda la creación de Mozart en su constante manar de ideas y bellezas.
Adecuada inteligencia
La Doña Elvira de Roberta Alexander justifica la más encendida pasión de Don Giovanni y hasta demandaría una más perdurable fidelidad, pues en lo vocal y en lo escénico, en la pureza de línea y la adecuada inteligencia de gesto, se alza, gracias a la intérprete, como un personaje mucho más interesante de lo que proyectara Da Ponte en su libreto. Dice y frasea con acentos de gran humanidad; afina y ataca con la precisión de un instrumento.Junto a esta gran pareja, Stafford Dean y Christine Weidinger, pusieron el contraste de su arte y medios dominadores, meritorios y capaces de que toda la trama argumental cobrase máximo dinamismo gracias al enfrentamiento de los distintos caracteres. También quedó notablemente ennoblecido un personaje como el Leporello y se enriqueció en grado superlativo el otro personaje femenino, Doña Ana. Con todo y cantar con absoluta propiedad, la voz de Don Ottavio, a cargo de John Aler, no se elevó al mismo nivel de los intérpretes citados anteriormente, como tampoco se eleva el mismo personaje. Cerlina y Masetto cobraron virtualidad en el buen hacer de Lillian Watson y Alfonso Echeverría, en tanto el Comendador se benefició de la ancha profundidad vocal de Manfred Schenk.
La Orquesta de Cámara de Holanda respondió de modo admirable, tal y como nos tiene acostumbrados, para seguir los conceptos de Ros Marbá con tal minuciosidad y rápida respuesta que provocaron las más largas ovaciones para el maestro catalán, a las que hay que incorporar las recibidas por el coro de Valencia, que dirige Francisco Perales.
En resumen, una noche de tempestad tras varios días de tempestades. Pero la primera atronaba con los aplausos y un sentimiento de satisfacción evidente en el público, en tanto la segunda se archiva en el pequeño anecdotario de los festivales. El profesor Robbins Landon dictó una charla previa en el Auditorio Manuel de Falla, plena de simpatía y conocimiento.
Babelia
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