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Regreso a Halabja

Los campos de refugiados kurdos se vacían

La mayoría de los campos de refugiados de las montañas turcas se han vaciado. Gran parte del más de medio millón de kurdos que se hacinaban en aquellos asentamientos mugrientos han regresado poco a poco a las poblaciones de origen, o a las llanuras del Kurdistán iraquí bajo control de los soldados del ejército multinacional. También se observa un regreso a ciudades como Halabja desde los campamentos iraníes próximos a Irak. Sin embargo, la vida es dura para los 12.339 kurdos que permanecen cerca de los picachos turcos y para las decenas de miles de acampados en áreas iraníes o del norte de Irak, fuera de la vigilancia de la coalición militar que derrotó a Sadam Husein en la guerra del Golfo.

"Desde 1974 me he visto obligado a huir con mi familia en cuatro ocasiones por culpa de Sadam", dice Husiar Hama Kadir, un kurdo de la ciudad de Halabja, localidad iraquí que linda con Irán, mientras contempla, amargado, su casa en ruinas y recuerda los trágicos días de marzo de 1988 en que el presidente iraquí decidió bombardear con gas venenoso Halabja, donde murieron al menos 5.000 personas. El relato de este kurdo prosigue con nuevas desgracias: "Después del bombardeo del 88 huimos a Irán y volvimos al mes. A continuación fuimos recluidos en un campo de concentración de Erbil. Cuando Sadam Husein invadió Kuwait huíamos de nuevo del campo y nos instalamos en Suleymaniah (norte de Irak)". Husiar Hama Kadir agrega que cuando el ejército iraquí aplastó la rebelión kurda, una vez que finalizó la guerra del Golfo, su familia huyó otra vez a Irán y allí continuará hasta que sea posible la reunificación. Él sigue atento el acontecer en su ciudad natal.Garantías de EE UU

Historias similares pueden escucharse, una y otra vez, de refugiados que acaban de bajar de las montañas de Turquía, en cuya línea divisoria con la frontera de Irak mantienen sus tiendas de campaña 843 kurdos, según datos oficiales, o en los pasos fronterizos iraníes. El grueso del más de medio millón de refugiados que malvivieron en las zonas turcas ha regresado a Zajo y Dohuk, después de las garantías dadas por el mando norteamericano de que no serán molestados por los soldados iraquíes.

La retirada de los soldados estadounidenses, británicos, franceses o españoles no es fácil. El Kurdistán dista mucho de haber quedado pacificado. La semana pasada se registraron nuevos choques entre kurdos e iraquíes, principalmente en Dohuk, población del Kurdistán iraquí situada en las proximidades de las zonas controladas por el ejército multinacional. La preocupación y el miedo son grandes y muchos kurdos protestan la decisión estadounidense de abandonar la región tan pronto como la ONU ocupe su lugar.

"Somos un pueblo decidido y muy apegado a nuestros hogares. Quiero reconstruir mi casa. Aunque no tengo nada, me siento como un rey desde que he podido volver a Halabja", sonríe Husiar. Como millones de compatriotas espera el resultado definitivo de las negociaciones entre sus líderes y Sadam Husein y confía en que las unidades estadounidenses se desplacen hacia el este del Kurdistán para sentirse seguro. La zona de Halabja está controlada por los guerrilleros kurdos, peshmergas, y decenas de miles de refugiados, compañeros en el miedo que también provocó la huida de los kurdos en el norte de Irak, han retornado a la región. Dicen que las condiciones de vida en Irán eran penosasy muchos acusaron a funcionarios iraníes de corrupción y de haber robado la ayuda internacional destinada a los refugiados. Sin embargo, miles de kurdos procedentes de las ciudades de Kirkuk, Suleymaniah, Erbil y Mosul, bajo control del ejército iraquí, conservan el miedo a las Fuerzas Armadas de Sadam Husein. Temen volver y prefieren la vida de refugiado.

Halabja es una extraña mezcla de vida y muerte. Desde por la mañana, sus calles destrozadas se llenan de gente que compra y vende cosas: kurdos que tratan de vivir una vida normal dentro de su anormal situación. A pesar del embargo de las Naciones Unidas el contrabando es fluido por la frontera iraní. Los guerrilleros tratan de mantener controlados los precios y evitar las especulaciones con artículos. de primera necesidad. Todavía, los precios de los huevos, el arroz y otros alimentos disponibles son demasiado caros. Paul Dedoward, coordinador de la rama francesa de Médicos Sin Fronteras en Halabja, explica que los refugiados "comen lo justo para sobrevivir".

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Miedo a las minas

"La mayoría sufre de diarreas e infecciones de garganta causadas por el frío de las montañas", lamenta el doctor Nejar en un hospital administrado por los peshmergas. Un problema serio continúa siendo el minado de amplias zonas fronterizas, efectuado por los ingenieros militares iraquíes hace años para impedir que los kurdos volviesen a ciudades despobladas a la fuerza por Sadam Hussein. Alguna mina estalla cada día añadiendo una desgracia más a la larga lista de las que aquejan a los kurdos, que a los dos lados de las fronteras turca e iraní, aguardan, temerosos, un definitivo destino o una nueva plaga.

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