El triunfo más triste de su vida
"Este ha sido el triunfo más triste de mi vida", decía con un hilo de voz, tras el festejo, un emocionado Víctor Mendes, que tenía que hacer pausas para seguir hablando. La muerte de su padre, Jaíme Mendes, de 60 años, que ocurrió el pasado miércoles en la finca portuguesa del torero cuando se le disparé de forma accidental su escopeta de caza, pesaba como una losa en el afectadísimo diestro.Víctor Mendes relataba que ese día se escaparon unos jabalíes de la finca, y su padre, que le había prometido estar ayer en Madrid para presenciar su actuación, salió a perseguirlos para obligarles a entrar de nuevo en la finca, momento en el que tropezó y se le disparé el arma causándole la muerte instantánea.
Mendes no se esperaba la reacción del público, que comenzó en el tendido siete, ovacíonándole y obligándole a saludar al término del paseíllo: "Fue una gran sorpresa. Desde luego, estas cosas sólo ocurren en Las Ventas, porque al fin y al cabo los aplausos eran para una persona privada, uno más, no para el torero, lo que redoblan su valor". Agregaba que ahí derramó sus primeras lágrimas, lo que repetiría en varias ocasiones a lo largo de la tarde.
El portugués, que llevaba cuatro años sin cortar oreja en Las Ventas, no sabía si dedicarsela o no a la memoria de su padre, "porque es un recurso populachero y demagógico, que tal vez no se entienda., En cualquier caso ya todo da igual", concluía compungido.
Con respecto a su actuación señalaba que la tristeza que le embarga desde el miércoles no había influído a favor ni en contra: "Mi obligación como profesional está al margen de mis circunstancias personales, y salí a darlo todo, como siempre".
Nobleza y calidad
Le gustó la nobleza y calidad de sus dos toros, aunque criticaba la falta de fuerza de ambos. "Creo que exprimí al máximo y con torería y pureza esa calidad de mí primero, al que maté de una gran estocada", indicaba, "la pena es que al quinto sólo pude sacarle lucimiento con Jas banderillas". Sus últimas palabras eran para agradecer públicamente a la afición de Madrid el cariño y apoyo en un día tan triste.
La emoción que embargaba a Juan Cuéllar era sólo por razones taurinas, como afirmaba en el hotel: "Ha pasado una hora desde que acabé y estoy flotando todavía porque creo que mi faena al peligrosísimo sexto ha sido muy importante y la ha sabido ver la afición. Desde ese rnomento estoy como flotando". Tanto flotaba que decía importarle poco no haber acertado a la primera con la espada.
"Aunque las orejas en Madrid son fundamentales, sobre todo para los que no tenemos hecha la temporada", explicaba, "hay veces en que la satisfacción interior te llena tanto o más, y ese es mi caso hoy".
José Antonio Campuzano creía que el presidente le perjudicó al no devolverle sus dos toros: "Con esos inválidos no servían los esfuerzos".
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