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Ni con el carretón

Guateles Cavazos, Domínguez, Joselito

Cuatro toros de Los Guateles (dos fueron rechazados en el reconocimiento), discretamente presentados aunque varios sospechosos de pitones, flojos, manejables; uno devuelto por inválido. Dos de Peñajara, bien presentados, 1º inválido y noble, 6º manso manejable. 5º, sobrero, de Alcurrucén, discretamente presentado, cómodo de cabeza, inválido, manso, pastueño. Eloy Cavazos, que reaparecía en España: estocada caída (ovación y salida al tercio); estocada corta tendida baja y estocada (silencio). Roberto Domínguez: estocada corta atravesada trasera baja (ovación y también pitos cuando sale al tercio); dos pinchazos, estocada corta trasera y descabello (ovación y dos salidas al tercio, la primera con algunos pitos, la segunda con protestas). Joselito: estocada delantera ladeada (silencio); pinchazo perdiendo la muleta y estocada (silencio).

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Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 20ª corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".

La atonía generalizada en las principales figuras del escalafón de matadores, sus limitados recursos técnicos, su escasa torería, su incapacidad manifiesta para torear como es debido un toro de casta, hacían sospechar que sólo se les podrían ver faenas completas si saliera el carretón. Pero tampoco: ni con el carretón. El carretón salió ayer en calidad de sobrero y correspondió a Roberto Domínguez, que unas veces le hizo el toreo y otras no, sin que se sepa a ciencia cierta el motivo de estas desigualdades, pues el carretón estaba a mandar.Los toros de Joselito no es que fueran como para tirar cohetes, pero tampoco se comían a nadie. Los toros de Joselito, ni grandes ni chicos, ni bravos ni mansos, eran el paradigma de la moderación. Criados para pasar desapercibidos, el propio Joselito contribuyó a que se cumpliera plenamente este propósito, pues apenas consentía sus embestidas, ni las reconducía con temple para redondear con arte las suertes. Colocado fuera de cacho y adelante el pico, era imposible que redondeara suerte alguna, con arte o sin él.

Toros manejables también se le fueron sin torear a Eloy Cavazos, aunque aderezó con repertorio y alegría su trasteo al primero -el más noble de los dos-, y fue muy de agradecer. La mayor parte de los toreros, el toreo hondo que practicaban los maestros de la tauromaquia no lo hacen, así les salga el toro o el gato, y en cambio cumplen a rajatabla el consejo que invariablemente les gnita su cuadrilla desde el burladero: "¡Date importansia!". Los monjes de la orden de San Benito no obedecen con tanta disciplina al padre prior como los matadores cuando un banderillero les grita desde el burladero.

Darse importancia consiste en poner posturas delante del toro; pegarle derechazos hasta deslomarlo; dirigir oblicuas miradas de reproche a los aficionados si protestan, porque tanto derechazo les desloma a ellos también... Un torero que se da importasia puede acabar siendo un pelmazo de mucho cuidado. Por eso cuando aparece un torero que no se da tanta importancia, y tira de repertorio, y a lo mejor no se atreve a ejecutar el toreo puro pero lo interpreta con alegría, es un gran alivio, la afición se reconforta, y de buena gana le invitaría a unas copas.

Roberto Domínguez estuvo muy animoso al principio de su faena al segundo toro. Le toreó sentado en el estribo, luego de rodillas, dio un gran ayudado por bajo... Citó a continuación en los medios. El toro se arrancó de largo y como llegaba incierto al embroque, hubo de rectificar. Siguió por derechazos, sin templarlos ni ligarlos. Seis minutos llevaba de faena y ya se había agotado la embestida del toro cuando se echó la muleta a la izquierda... Solía ser al revés, en estricta tauromaquia: los toreros se echaban la muleta a la izquierda al principio de las faenas para aprovechar las embestidas. Claro que los tiempos cambian.

La torería actual necesita, para cuajar faenas, el toro pastueño, flojito, suave, dócil e inagotable -es decir, el carretón y no era ese. En cambio lo fue el quinto. Roberto Domínguez aprovechó la feliz llegada del carretón para darle redondos de bonito trazo y larga trayectoria, junto a otros de menor ajuste afeados con el pico, naturales sin temple, y algunos pases de la Firma metiéndose astutamente en el costillar.

O sea, que el carretón tampoco le sirvió para redondear faena. La ovación más larga que escuchó en ese toro premiaba su ceremonioso manejo del descabello, lo cual es bastante pintoresco. Que un diestro toree un carretón sólo a ratos, lo pinche de cualquier manera y alcance su momento cumbre con el descabello, es una incongruencia, una ridiculez y, en un momento dado, hasta una tomadura de pelo. Bueno, una tomadura de pelo, seguramente no. Si a la gente le complace, está bien que le dé el gusto. El inventor del descabello jamás debió imaginar que semejante artilugio propio de matarife llegaría a ser tan rentable.

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