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La ruta de oro Ammán-Bagdad

La autopista recobra su ritmo, a pesar de las sanciones

Ángeles Espinosa

La ruta Ammán-Bagdad, una vez acabada la contienda, se está convirtiendo en un trayecto de oro, especialmente lucrativo para los taxistas iraquíes y jordanos. Las restricciones; impuestas por las sanciones internacionales. que incluyen limitaciones en el tráfico aéreo, han convertido a la única frontera transitable de Irak, hasta ahora coto de camioneros y de emigrantes pobres, en el paso obligado de políticos, periodistas, diplomáticos y miembros de organizaciones humanitarias.

No hay ningún cartel de bienvenida, ni tampoco nadie lo echa en falta. Quienes hacen cola en el puesto fronterizo de Trebil distan mucho de ser turistas y tienen otras preocupaciones más inmediatas. Desde Ammán, atravesar la carretera es un suplicio constante en forma de asfalto parcheado, y sólo la perspectiva de la autopista iraqui evita que, finalmente, se desista de alcanzar el objetivo de Bagdad. Con una parsimonia digna de encomio, los aduaneros van despachando vehículos."¿Periodista? Ah, no. Entonces tiene que esperar a que venga alguien del Ministerio de Información. Siéntese y espere".

Son las once de la mañana, tal como se ha acordado al recibir el visado. El encargado de recoger la peligrosa mercancía que suponen los informadores no aparece por ninguna parte, y el responsable de la aduana amenaza con devolverme a Ammán. No hay teléfono -"lo bombardearon todo", explican-, por lo que nadie quiere firmar la autorización de paso.

El aeropuerto de Bagdad podría funcionar, pero los acuerdos de alto el fuego prohíben a Irak la utilización de todos sus aparatos de ala fija. Un desierto monótono "A falta de avión, los taxistas iraquíes y jordanos se están haciendo de oro en la ruta Ammán-Bagdad", es el comentario general de los funcionarios. Coto hasta ahora de camioneros y de emigrantes pobres, la única frontera transitable de Irak se ha convertido en punto de paso obligado de periodistas. políticos, diplomáticos y miembros de organizaciones humanitarias.

Tras dos horas de tira afloja, la situación ya se empleza a incomodar. Quieren ayudarme, pero carecen de la capacidad de decisión necesaria para hacerlo.

"Hace un par de semanas dejamos pasar a un colega suyo y luego le sorprendieron haciendo fotos en un aeropuerto militar", nos cuenta uno de ellos. De nada sirve que explique que yo no llevo cámara de ningún tipo. La degradación inmediata del jefe del puesto les ha dejado afectados.

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Pero finalmente, también en la tierra de Alá se producen milagros, El mió llegó en forma de coche oficial con un funcionario de Información dentro. Tan elegante empleado venia a recibir a un ex primer ministro turco, pero mi caso, expuesto por un improvisado compañero de viaje que se arrogó mi defensa, le llegó al alma. Algo debió de influir el que el voluntario intérprete fuera sobrino del patriarca católico de Irak. Eran las cuatro de la tarde y los aduaneros me regalaron dátiles a modo de disculpa.

Un desierto monótono

A partir de aquí el viaje es una desilusión. Tantas precauciones a la entrada hacen presumir decenas de instalaciones militares lugares estratégicos. Pues bien, a simple vista, sólo el desierto, monótono y aburrido, transcurre durante los siguientes 551 kilómetros. Salvo que exista un fabuloso entramado logístico bajo tierra, ningún observador atento de la ruta descubrirá no ya construcciones sospechosas, ni siquiera la mínima presencia militar.La única actividad llamativa es la de los camiones que van y vienen en los dos sentidos de la estupenda autopista, los cisternas, vacíos a la ida, y los de mercancías vacíos a la vuelta. La ONU permite a Jordania que se abastezca de petróleo en Irak siempre que los pagos sean a cuenta de la deuda pendiente y no supongan una transferencia de divisas que viole el embargo.

Unos 40.000 barriles de petróleo atraviesan a diario la frontera, según fuentes económicas de Ammán. Las malas lenguas incluso aseguran que se ha abierto una segunda deuda con las mercancias vendidas a crédito. La carretera de Ammán a Bagdad es una prueba bien clara de que el comercio empieza a florecer de forma discreta entre ambos países. Sólo en algunos cruces, como el de Rutba, hay trazas de los bombardeos.

Eso sí, al llegar a Ramadi, a 125 kilómetros de la capital, el puente que cruza el Tigris está completamente hundido, lo que obliga a los camiones a desviarse por la ruta vieja. Los coches hacen equilibrios sobre los escombros. A las once de la noche, tras 16 horas de viaje, llegamos, por fin, a Bagdad. La ciudad nos recibió de fórma hospitalaria, iluminada y bulliciosa. Incluso tuvimos la ocasión de ver una boda, algo que en este país dicen que da suerte.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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