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El enigma solitario

En febrero de 1962, Bob Dylan publicó su primer disco. Un trabajo rápido y barato (la grabación costó 50.000 pesetas), que contenía sólo dos composiciones propias -Song to Woody y Talkin' New York en las que rendía homenaje a su maestro, Woody Guthrie, y a la ciudad que le acogió, tras su fugaz paso por la facultad de Letras de la Universidad de Minneapolis. Había nacido una de las leyendas de una nueva música popular, que tomaba el relevo de los cantantes sindicalistas norteamericanos (Pete Sceger, The Weavers), continuaba una tradición musical (Alan Lomax, Woodie Guthrie), y se enmarcaba en un movimiento de jóvenes cantautores (Phil Ochs, Tom Paxton, Joan Baez, Richard Fariña ... ).Inmerso en una generación a la que había durado poco la alegría rupturista que representó el nacimiento del rock en 1954, para embarcarse rumbo a la bahía de Cochinos en 1961 y volar hacia Vietnam en 1964, Bob Dylan proclamaba en aquellos años su fidelidad a Kavafis: "Voy caminando por esa larga y solitaria carretera. Hacia dónde, no sé decirlo". Como una rama musical de los poetas de la generación beat norteamericana Dylan caminaba solo, como lo ha hecho el resto de su vida.

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Alejado

Soy un vagabundo solitario,/ sin familia ni amigos. /Allí donde podía empezar la vida de cualquiera, /es exactamente donde acaba la mía", cantaba Dylan en I am a lonesome hobo (1968), alejado y cercano a todo y a todos; dentro y fuera de los movimientos estudiantiles, de las campañas antinucleares, de las luchas por los derechos civiles, de las protestas contra la guerra de Vietnam,

Desde sus primeras composiciones, Dylan ha sido un ejemplo a seguir y su influencia en las sucesivas generaciones de músicos ha aumentado con el tiempo. Incluso sus canciones más duras, como Masters of war ("Los que fabricáis todas las armas, /los que os escondéis tras las mesas de los despachos, /pretendéis que una guerra mundial puede ganarse. /Deseo que vuestra muerte llegue muy pronto, /yo acompañaré vuestro ataúd, /y me quedaré sobre vuestras tumbas hasta que estéis bien muertos"), marcan una posición de enfrentamiento personal, tantas veces seguida o imitada por tantos músicos en todo el mundo, que ha continuado hasta hoy.

En 1989, Dylan declaraba a la revista Rolling Sione: "Para que algo tenga coherencia, hay que alejarse de los Estados Unidos. Norteamérica no hace más que bombardear a la gente con demasiada mierda. Hay que tener conciencia de ello y mantenerse alejado de toda esa basura". Hoy, a los 50 años de edad y 30 de vida artística, Bob Dylan conserva sus amores ("He abandonado todos los intentos de lograr la perfección; acepto el caos", escribía en 1965), y se mantiene inalcanzable, atento a todo pero sin permitir que nada le roce: "Me siento una estrella que quiere brillar por quien quiere brillar". Es el último destello de un solitario aferrado al enigma.

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