_
_
_
_

La ratita

Núñez / Vázquez, Caballero, González

Novillos de Carlos Núñez (uno, devuelto por inválido), en general chicos el 5º, impresentable , inválidos y pastueños. 2º, sobrero de Alcurrucén, manso y boyante. Javier Vázquez: estocada saliendo trompicado (aplausos y también algunos pitos cuando sale al tercio), estocada atravesada y estocada (vuelta protestada). Manuel Caballero: pinchazo hondo bajo, rueda de peones y descabello (silencio); estocada trasera caída (ovación). Cristo González: pinchazo, estocada traserísima caída y dos descabellos (silencio); dos pinchazos y media trasera atravesada (silencio). Plaza de Las Ventas, 20 de mayo. 11ª corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".

Más información
Vázquez dice que dio la vuelta al ruedo porque se jugó la vida

La ratita. Se veía venir la ratita. Tenía que salir la ratita. Y la ratita salió. Cuatro cornudillos le precedieron, cuatro cornudillos inocentes, pregoneros de lo que habría de venir: la ratita. La sa caron al arenoso redondel para disfrute de un novillero (le muchos contratos y muchas puertas grandes, que se llama Manuel Caballero, y es cierto que la disfrutó: le dio pases mil.La ratita... Naturalmente, se dice en sentido figurado, pues uno se fijaba y aquel animalito de Dios no parecía roedor. Aunque rumiante no parecía tampoco. ¿Qué sería la ratita? No es pecado capital decir estas cosas en sentido figurado porque todo iene un sentido figurado en la fiesta y cualquier elemento de la lidia, cualquier pasaje del toreo, se prestan a la hipérbole, cuando no es a la sístole y a la diástole. Sin ir más lejos, un aficionado le gritó al presidente desde la andanada el surrealista consejo de que escribiera un libro.

Había un afectuoso diálogo entre los aficionados de ambas medias plazas, y se preguntaban por la familia. "Tu padre", le mencionaba un aficionado del tendido cinco a otro del siete. Y respondía el del siete: "El tuyo, que es más zurullo". Los aficionados son de una cortesía versallesca y jamás dejan pregunta sin responder.

Pudo advertirse que media plaza no estaba conforme con la ratita ni con lo que le precedió, y la otra media sí. Media plaza no quería ver toreo si faltaban toros, mientras a la otra media le traían sin cuidado los toros con tal de que hubiera toreo. En esta última mitad se encontraba el presidente, y como se llama el señor Valderas, la facción opuesta, que es virtuosa de la rima, aprovechaba para gritarle "¡Valderas, que no te enteras!". Eso le estuvo gritando toda la tarde, salvo la ocasión aquella en que el aficionado de la andanada le sugirió que escribiera un libro, donde habría de explicar cómo podía mantener en el ruedo animalitos inocentes rodando por la arena, sin que se le encendiera la faz de arrebol.

Una larga afarolada

Con la ratita -animalito de Dios-, con los cornudillos que le precedieron y con otro mejor comido que le siguió pero inválido total, los tres novilleros hicieron el toreo. A veces. Javier Vázquez lo hizo precioso con el capote. Dio una larga cambiada a porta gayola, veroniqueó por lo fino, ciñó chicuelinas y gaorieras en sendos quites e intercaló de improviso una airosa larga afarolada. Ni siquiera la afición más veterana recordaba ese lance, que interpretaban los antiguos maestros, y fue un grato reencuentro con la tauromaquia clásica. Las banderillas, más hubiera valido que no las cogiera, pues ahí es torero vulgar. Y con la muleta tuvo intervenciones contradictorias: al boyante novillo que abrió plaza le toreó desacompasado -la mano iba a un ritmo, el giro de cintura a otro, el novillo a su aire- mientras al quedado cuarto le porfió decidido y sacó algunos muletazos muy toreros. Ambas faenas las inició con emocionantes pedresinas y las concluyó medianamente con el acero.

Cristo González tuvo toros inválidos, uno pastueñito, con el que se amanoletaba -sin mucho exito, por cierto-, y otro cuya invalidez le impedía embestir, con lo cual frustró los indudables buenos propósitos de Cristo González. El sobrero, en cambio, embistió con largura y encastada nobleza. Toro de faenón, Manuel Caballero le aplicó, sin embargo, faenita superficial y corretoncilla, en la que no ligó ni un solo pase. Naturalmente, se reservaba para la ratita. Y al aparecer la ratita, chiquitina, veletilla y cojitranca, dijo esta es la mía, y fue, y le dio pases mil. Pero como si se operaba. Cuando terminó, media plaza se preguntaba por la familia y la otra media dormía a pierna suelta, tan feliz.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_