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Irán: desconocido, subestimado

El autor expone que el régimen iraní sigue siendo mal visto por Occidente, pese a que goza de una relativa independencia y de una estabilidad interna, que no le hace más peligroso para la seguridad internacional que cualquier otra nación de Oriente Próximo.

La revolución islámica, con su carga de dinamita radical, impresionó a las conciencias occidentales acarreando un rechazo internacional hacia Irán, agravado ulteriormente por el consiguiente shock petrolífero y el estallido de la guerra con Irak.Tras una década de olvido y aislamiento, bajo el emblema del imam Jomeini y el conflicto fronterizo, el cambio de escenario subsiguiente no ha logrado borrar la mala imagen que el país ha venido proyectando y que los medios de comunicación mundiales se han encargado de ampliar.

Y, sin embargo, Irán es, en estos momentos, una nación con un régimen político relativamente independiente, en una posición más bien defensiva -como se ha puesto de manifiesto en la reciente crisis del Golfo- y gozando de un equilibrio interno que reduce el riesgo de inestabilidad a términos no superiores a los del conjunto de países del Oriente Próximo.

Aunque parezca sorprendente, a pesar de la revolución, en Irán no han podido prosperar las formas de gobierno de corte absolutista, ya que el exacerbado individualismo de los ciudadanos y un fraccionamiento infinitesimal de las instituciones y áreas de influencia han acabado invariablemente con cualquier intento de centralización del poder.

De hecho, el Parlamento iraní y su constelación de instituciones supletorias mantienen un debate permanente sobre cuestiones fundamentales y la opinión pública expresa sin ambages sus puntos de vista.

La Administración del hoyatoleslam Rafsanyani está empeñada en limar las aristas radicales del pasado y respalda un proceso de desacralización paulatina del Estado, que operará en detrimento del hasta ahora prevalente contenido teocrático del régimen.

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Huella anárquica

En el plano social, en Irán todavía se percibe la impronta de su cultura milenaria y el tenue resplandor burgués de sus años de opulencia.

A pesar de las apariencias, el carácter libertarlo y desestructurado del shiísmo -confesión religiosa imperante- imprime en el modo de vida cotidiano una huella anárquica y caótica que abre el camino a formas de comportamiento y actitudes menos rígidas de lo que cabría suponer si nos atenemos al cliché extremista que se atribuye al país.

Además, una sutil idiosincrasia de la simulación ayuda -en última instancia- a sobrellevar el estricto código islámico, abriéndose un abismo entre el mundo legal y la realidad más distendida y llevadera.

Como base para el desarrollo económico, Irán ofrece unos datos nada desdeñables: 56 millones de habitantes, una renta per cápita por encima de los 1.000 dólares, recursos energéticos apabullantes, segunda posición en el ranking mundial (de reservas de gas, cuarto puesto en cuanto a riqueza petrolífera, inmensos yacimientos de cobre, carbón, alúmina, fosfatos, plomo y zinc.

La antigua Persia está en trance de expandir su infraestructura de transportes y comunicaciones, electrificación y suministros de agua.

La industria petroquímica y siderúrgica de Irán se van consolidando a buen ritmo, al tiempo que la Administración diseña una política parcialmente autárquica para otras ramas de la actividad económica.

Iniciativa privada

En el entorno del nuevo modelo económico de la República Islámica parecen perfilarse con más nitidez los papeles de la iniciativa privada y las relaciones internacionales, tras la fase de experimentación estatalista y ostracismo de la década anterior.

En definitiva, estamos ante un país, un Estado, sin grandes hipotecas políticas, que, una vez purificado por la dura ascética jomeinista, plasmada en la proclama "ni Este ni Oeste", es capaz de iniciar una nueva andadura libre de acreedores y deuda externa.

Sin lugar a dudas, hay razones más que suficientes para tratar de romper el desconocimiento y mejorar nuestra estima con respecto a Irán.

Miguel Ángel Iriso Iribarren es consejero económico y comercial de la Embajada de España en Teherán.

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