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44º FESTIVAL DE CANNES

El escritor y cineasta David Mamet inauguró con 'Homicidio' la competición

Al humor, cercano al malhumor, de la película inaugural -Homicidio, escrita y dirigida por David Mamet- se añadió anoche en Cannes un temporal de lluvias y vientos racheados que convirtió a la explanada de La Croisette, donde las estrellas de turno hacen su ritual paseíllo de exhibición, en un velódromo con moqueta roja. Rostros populares aquí -aunque fuera de Francia poco y a veces nada- fueron vistos y no vistos. Salieron de los 36 opulentos coches negros que la organización de Cannes-91 puso a su disposición y cruzaron a la carrera los 30 metros que les separaban de la entrada a la sala Lumière con las manos en la cabeza, protegiendo a sus peinados del vendaval y del ridículo.

Dentro, les esperaba hora y media de cine tan desapacible como el clima de fuera, pues Homicidio, aunque hace reír en ocasiones, gracias a la riqueza de los diálogos de Mamet, no es precisamente una película graciosa, sino todo lo contrario: bastante lúgubre, hermética y difícil de entender.Homicidio es una historia policiaca con escenas muy violentas, pero poco o nada trepidante. En un comentario previo aparecido en la prensa especializada francesa se la encasilla como un thriller intelectual, lo que la define con bastante tino, pues las tres o cuatro escenas típicas del género policiaco que tiene dentro están suavizadas y absorbidas por las 20 o 25 restantes, que son de tono discursivo e intentan, y en buena parte consiguen, exponer paso a paso la evolución mental de un joven policía de raza judía que se ve involucrado en un oscuro arreglo de cuentas entre un grupo de nazis y otro de sionistas.

David Mamet es -como el policía de su película, interpretado magistralmente por su actor favorito, Joe Mantegna- un judío de Chicago. Esto puede dar alguna clave para entender por dónde va Homicidio, así como una vía de acceso a su hermetismo formal: bajo la especie de película policiaca hay en realidad un relato secretamente intimista e incluso introspectivo, en el que la palabra predomina sobre la imagen y la especulación sobre la acción. Comenta Mamet: "Soy hebreo y me educaron como hebreo, pero no sé qué religión tengo, si es que tengo alguna".

Como vemos, emplea con soltura Mamet la terminología escéptica que caracteriza al outsider, al marginado. Y añade: "La película cuenta la historia de un marginado. El individuo marginado, el que no tiene lugar en lo que llaman normalidad social, es un mito dentro de la historia del relato norteamericano contemporáneo. Pero no es un mito abstracto, sino que deriva de la realidad, porque el marginado es un producto genuino de la sociedad estadounidense y abunda en ella. Por eso considero un camino legítimo pretender entender la vida en mi país a través del mito del outsider ".

La marginación, para Mamet, expresa la existencia en su país de una forma extrema de opresión, una opresión que, a su juicio, se ejerce como garantía de la tranquilidad pública. Esto explica, añade textualmente Mamet en una entrevista concedida en Italia, "que los norteamericanos eligieran a un imbécil como Reagan para que saneara su deuda pública y durante su Gobierno ésta se triplicara".

Si detrás de la aventura policiaca convencional de Homicidio hay un relato introspectivo anticonvencional, el hecho de que al final de la película ésta dé un inesperado giro hacia el alegato político inconformista, resulta coherente con el pensamiento de este buen escritor ya hecho -lo prueban sin discusión sus obras teatrales y sus perfectos guiones de Casa de juegos, El cartero siempre llama dos veces y Los intocables- y buen cineasta todavía a medio hacer.

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