Un 'Fígaro' bien interpretado
En el recuperado teatro Cervantes, de Alcalá de Henares, el festival mozartiano de Madrid ha tenido la acertada ocurrencia de montar Las bodas de Fígaro, una obra tan absolutamente genial que cada vez que la presenciamos y escuchamos nos produce idéntica estupefacción.Ninguna de las altas cualidades de Mozart falta a la cita en la ópera bufa sobre la comedia de Beaumarchais, dominada por un sentido del movimiento que se hace patente en la obertura y enriquecida, compás a compás, por un derroche inagotable de invenciones líricas, alegres, melancólicas, vocales e instrumentales. Se trata, y ésta es su gran dificultad, de una pieza de conjunto en la que de poco sirve la presencia de tal o cual divo si la totalidad del reparto, la orquesta, la acción y la escenografía no funcionan como una apretada y leve estructura.
Las bodas de Fígaro
De Da Ponte, sobre Beaumarchais, y Mozart. ópera de Cámara y Orquesta Sinfonieta de Varsovia. Teatro Cervantes , Alcalá de Henares, 2 de mayo.Cecilia Bartoli (mezzosoprano), Gyorgy Fisher (pianista) Obras de Mozart y Rossini. Auditorio Nacional. Madrid, 1 de mayo
La ópera de Cámara de Varsovia, que dirige artísticamente Stefan Sutkowsky y de cuya parte musical responde el boliviano Rubén Silva (La Paz, 1955), en la que, por supuesto, hay cantantes tan excelentes como la Zinurko (Susana), Frankstein (Fígaro), Witkowska (Cherubino) y Mahler (Alma Viva), representa Las bodas como si se tratara de un gran divertimento en el que cada componente, por mínima que sea su intervención, se articula en la perfecta coherencia del total musical y escénico. Faltó, acaso por las dimensiones del local, una mayor riqueza y una planificación más sutil de las dinámicas para que los vientos no se monten demasiado sobre las cuerdas. Pero lo que se dice tocar, los instrumentistas varsovianos lo hacen con pulcritud y belleza sonora, no sólo conscientes de que el teatro en la ópera también está en la orquesta, sino también, y sobre todo, movidos por una alegría de vivir la música absolutamente fascinante.
Lírica
La nueva generación lírica conquista, día a día, puestos de mayor relevancia. En algunos casos, como en el de la mezzo romana Cecilia Bartoli que actuó el pasado miércoles en Madrid, la carrera se realiza rápida a través de grandes y sólidos triunfos. Tiene 25 años y ya cuenta en el gran panorama de las llamadas "voces de oro". La suya es, como materia, muy bella por su timbre denso, más que oscuro, su levísimo vibrato y su técnica excelente de coloratura. Estamos, pues, ante un ejemplo como debieron ser la Colbrand, la Malibrán y tantas egregias rossinianas españolas.
En un festival Mozart tiene sentido "sitiar" la música del salzburgués con la del llamado "cisne de Pésaro". El mozartismo rossiniano es, al menos en la raíz de su obra, un hecho cierto o un punto de partida. Claro que el cisne se eleva luego por su cuenta para volar de manera personal, feliz, bien humorada y a veces melancólica.
Rossini supo vivir y ello se refleja en sus pentagramas, bien se trate de un aria como la de La donna del lago, bien de ariettas, canzoneltas y demás pequeño y genial caudal que junto al corpus dramático nos ha legado el autor del Fígaro. Tres ejemplos de Mozart (Las bodas y Tito) completaron el programa de la Bartoli en el Auditorio Nacional, interpretado con rara inteligencia, comunicativa dramaturgia y una fascinante gracia al entonar, frasear, acentuar y decir.
Babelia
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