Los pasos perdidos
Los Suaves emocionan a su público como pocos. Tienen 1.000 canciones, tan distintas entre sí como dos gotas de agua (dos gotas distintas, claro). Componen prácticamente en canon: una sucesión de tres, cuatro acordes repetidos cíclicamente, sobre los que Josi arrastra esa voz quejumbrosa que huye de la melodía hacia lo atonal, casi lo hablado, a la manera de grupos e intérpretes tan diferentes en sus estilos como Pet Shop Boys, Bob Dylan, Hüsker Dü, Leonard Cohen....Y en ese terreno indefinido -que ellos acotan mediante su imagen de "dejados", su actitud alejada de los medios de comunicación, su origen (las "montañas de Orense")-, el choque de contrarios engendra la lírica particular del grupo: el discurso agónico, casi ininteligible del cantante sobre el entramado rígido de acordes, sobre la música.
Los Suaves
Pabellón de Deportes del Real Madrid. Aforo: 2.500 personas. Precio: 1.500 pesetas. Madrid, 30 de abril.
Los Suaves hacen rock duro, pero están bien bautizados. Han madurado como músicos y saben imprimir a cada canción el desarrollo instrumental adecuado, sin caer en los excesos habituales en el género. Y podrían, pues cuentan con Alberto Arias, un notable guitarrista de técnica muy depurada, con estudios realizados en Estados Unidos.
El concierto fue largo e irregular. Es tal la obviedad de los planteamientos musicales del grupo, que el público precisa conocer para reinterpretar con pasión lo que desde el escenario se le ofrece en bruto. Y vaya si lo hizo. Hubo varios temas que la gente cantó en su totalidad. Siempre ocurre así con Los Suaves. Sea en Madrid o en Monforte de Lemos, provincia de Lugo.