Brillante

El magnífico pianista VIadimir Ashkenazy, una de las figuras que, prácticamente, se han pasado a la dirección orquestal con armas y bagage, actuó el sábado al frente de la Real Filarmónica de Londres. Con él vino el joven pianista sueco Peter Jablonsky (Lyckeby, 1971), que interpretó, en lugar de las inicialmente anunciadas Variaciones- Paganini, de Rachmaninov, el más cómodo Concierto número 1, con trompeta obligada, escrito en 1933 por el entonces joven Shostakovich. En la versión, lejana de todo lirismo, se advierte el nervio y la flexibilidad rítmica de un hombre de jazz.Apenas se divulga entre nosotros la obra de William Walton (1902-1983), célebre por su bien humorada Façade. En otras ocasiones, como en la Segunda sinfonía, se muestra formalista, sin gran imaginación, pero con un oficio composicional y orquestal muy notable. Con Romeo y Julieta, de Prokofiev, tocada, como dicen los castizos, "a toda pastilla", Ashkenazy y la Filarmónica arrancaron muchos aplausos. Con todo, el director no raya a la altura del pianista -su gesto es decididamente feo- pero sí es un conductor brillante.