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Tribuna
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La fuerza del destino

Los analistas han repetido hasta la saciedad que la teoría de los ciclos no es mágica y que en absoluto es aconsejable poner el reloj en hora apoyándose exclusivamente en la inevitabilidad de las fases. Sin embargo, aseguran que el modelo de Kondratieff es difícil de rechazar a la luz de la experiencia, y más desde la última gran crisis bursátil -octubre de 1987-, producida 58 años después del crash de 1929. En el corto plazo ocurre lo mismo; la teoría -ciclos de Kitchin-, mil veces denostada por los bolsistas, se mantiene asimismo en pie con rabiosa vigencia gracias a su contrastación práctica.Como en el proverbio chino en el que un hombre espera sentado en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver de su enemigo, el trofeo de los auténticos ganadores es el premio a la paciencia de quienes han sabido esperar. Y ahora gritan felices: "¡Todo lo que baja, sube!". La explosión de Wall Street y la euforia compradora en las bolsas españolas son consecuencia de un proceso natural.

En el largo plazo, la ausencia de movímiento siempre gana. Es un fatum, un destino trágico o feliz (según la fase) en el que el inversor impertérrito juega con las negras como la Muerte en la famosa partida de naipes del filme de Bergman.

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