Cadena perpetua para dos enfermeras de Viena por el asesinato de 42 pacientes
La ayudante de enfermera Waltraud Wagner, del, hospital de Lainz, en Viena, y su compañera Irene Leidolf fueron condenadas el pasado viernes a cadena perpetua por haber asesinado a 42 pacientes ancianos y moribundos entre 1983 y 1989. Las otras dos acusadas por los mismos cargos, María Gruber y Stefanija M ayer, recibieron penas de 15 y, 20 años, respectivamente. El procese, a las llamadas ángeles de la muerte ha sido el mayor juicio criminal de Austria desde la II Guerra Mundial.
El jurado dictó el pasado viernes su veredicto tras 17 días de proceso, después de que las acusadas hubieran contestado a cerca de 250 preguntas del jurado y de que éste desestimara la petición del Fiscal de cadena perpetua para las cuatro acusadas.Las sentencias se comunicaron a las tres de la tarde del pasado viernes, tras horas de tensa espera durante las cuales la radio austriaca alternó su programación dedicada al Viernes Santo con informaciones sobre el proceso, en espera del fallo. En total se acusaba a los úngeles de la muerte, como popularmente se bautizó a las cuatro enfermeras, de 42 asesinatos y tres intentos de homicidio en los que se consideraba como incitadora a Waltraud Wagner. Para realizar los asesinatos, las enfermeras recurrían a fuertes drogas calmantes de la actividad respiratoria, como Rohypnol, Valium y Dominal Forte, sobredosis de insulina, así como el llamado lavado de boca.
Efecto letal
Ésta tenía el efecto de ahogar a los pacientes en coma, que ya no respiraban por la nariz, durante un tratamiento para humedecer y desinfectar la boca. Las asistentes introducían agua en las vías respiratorias de los moribundos al bajarles la lengua, suprimiendo así el reflejo de deglución.Irene Leidolf había admitido su culpa en siete de ocho casos que se le atribuían, pero su defensor tan sólo había reconocido dos de éstos por supuesta falta de pruebas.
María Gruber, condenada por intento de asesinato de dos enfermos, en contra de lo confesado antes del proceso, había asegurado que no conocía el efecto letal de las inyecciones que administraba.
Stefanija Mayer, cuya culpabilidad en 12 casos de lavado de boca se confirmó, sostuvo haber "asistido" tan sólo a Waltraud Wagner y no haber ejecutado ninguno de esos actos por iniciativa propia.
Durante el juicio, se había calificado repetidas veces de "acusado invisible" al sistema sanitario, y de hecho, el propio presidente del tribunal, el juez Peter Straub, consideró como "circunstancia atenuante" para las cuatro acusadas las "elifíciles condiciones" en que desarrollaban su trabajo en el pabellón V, conocido como el pabellón de la muerte, del hospital de Lairiz, en Viena.
Por su parte, el fiscal, Ernst Kloyber, insistió durante el proceso en comparar el caso de las enfermeras con los criminales de guerra nazis juzgados después de la II Guerra Mundial. La defensa de Waltraud Wagner, la jefa de las enfermeras condenadas y llarnada a sus espaldas la bestia por sus colegas, argumentó que ésta "actuaba por pura compasión hacia enfermos sin salida ayudándoles a morir". Las cuatro semanas de proceso han despertado un fantasma dormido en el insconsciente colectivo de los austriacos. En Austria, que fue parte del III Reich desde marzo de 1938, se practicó la eutanasia a enfermos mentales. minusválidos e impedidos en general.
Las cuatro enfermeras fueron detenidas en abril de 1.989, tras sospechar de ellas el médico jefe del pabellón V, Franz Pasendorfer, al sucederse dos extrañas muertes en pacientes que iban a ser dados de alta. Entre 1983 y 1987, en las habitaciones 64 y 65 del primer piso donde trabajaban las ahora condenadas se utilizaron 2.495 ampollas de Rohipnol.
La enfermera María Gruber, de 28 años, relató al tribunal que una noche de 1983, cuando estaba desesperada cuidando a varios pacientes en una habitación, entró Wagner y le preguntó sobre su estado de ánimo.
Gruber confesó "no soportar más" a un enfermo de 80 años que había estado "todo el día con dolores gritando sin recibir medicamento". "Entonces, dáselos tú misma", dijo Wagner, que, acto seguido, preparó tres dosis inyectables de Rohipnol. Tres días después falleció el enfermo.
En el juicio han comparecido 33 testigos, siendo el más importante de ellos, Franz Kohout, de 82 años, que sobrevivió a un dosis mortal de insulina en abril de 1988. Kohut iba a ser dado de alta, pero tras la inyección sufrió un choque hipoglucémico y entró en estado de coma. Su hijo Josef testificó durante el juicio que su padre era tratado de una manera "brutal" por las acusadas.
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