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"Bancarrota, mala suerte y colapso"

Los alemanes de la desaparecida RDA, desesperados ante la situación económica y social

No ha habido día de esta semana en que los ciudadanos de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA) no salieran a la calle para manifestarse contra la situación económica y social. Leipzig (60.000), Erfurt (80.000), Chemnitz, Berlín, Cottbus, Magdeburgo y decenas de ciudades y pueblos han sido testigos de la desesperación de estos alemanes. Nada de lo que parece hacer el Gobierno de Bonn produce efectos palpables.

Y sin embargo el Gobierno ha metido ya en el pozo negro de la ex RDA más de 100.000 millones de marcos (más de seis billones de pesetas).El "fallo de cálculo" al que se refería recientemente el ministro de Economía, el liberal Jürgen Móllemann, y el "desastre" que aireaba el presidente del Bundesbak, Hans Otto Pöhl, quedaban aún mejor reflejados en un titular de primera página del periódico Die Welt, que decía: "Bancarrota, mala suerte y colapso". El Gobierno se excusa asegurando que las circunstancias externas, junto con el desconocimiento de lo que realmente se escondía bajo las estadísticas y datos falsificados por el desaparecido Estado alemán comunista, han conspirado para llegar a esta situación caótica.

Desempleo

Uno de cada tres alemanes orientales está sin trabajo. En los próximos meses esta proporción puede llegar a ser de un 50% o superior, y de momento nada apunta hacia una chispa de luz al final del túnel. Bonn sigue pagando la factura del seguro de desempleo y de otros eufemismos laborales que impiden que la estadística aumente, pero para muchos ciudadanos de los nuevos cinco länder empieza a estar claro que la beneficencia del Estado tiene un límite.El Gobierno no se ha atrevido a contestar al exabrupto que lanzó Pöhl en Bruselas a principio de la semana. Según el poderoso director del banco central alemán, la unión monetaria entre las dos Alemanias (decidida contra su voluntad el pasado primero de Julio) ha sido la causante del desastre. Pero el Ejecutivo esgrime dos factores claves que han provocado esta situación. El primero, la ya mencionada tapadera estadística con que el régimen comunista escondía el estado de su aparato productivo. En segundo lugar, nadie podía prever el simultáneo colapso de los mercados tradicionales de la ex RDA, que era el gran proveedor del bloque del Este.

La realidad que ahora emerge incontestable es mucho más desesperante y refleja males mucho más profundos, que tardarán generaciones en solventarse. La productividad en el Este, admite el propio Möllemann, se sitúa en torno a un 30% o un 40% con respecto al resto de Alemania. De una población activa de nueve millones, seis deberían perder su trabajo para que la industria fuera competitiva. La polémica Treuhandanstalt, el holding encargado de reprivatizar las empresas públicas, no consigue compradores. La aplicación de criterios contables y fiscales capitalistas ha llevado, en la práctica, a la bancarrota a todas estas empresas. Bonn se dio cuenta tarde de que las reglas de contabilidad comunistas no consideraban ni previsiones de inversión ni siquiera de depreciación del aparato productivo, y que todos los beneficios -íntegroslos confiscaba el Estado.

Pero, sobre todo, lo que han descubierto con estupor los funcionarios y empresarios occidentales es la falta absoluta de cuadros en los que confiar para cualquier proyecto.

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