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FALLAS DE VALENCIA

Toreo puro de Joselito

Si para muestra vale un botón, para toreo puro bastará un pase, y en la corrida de ayer hubo dónde elegir; por lo menos docenita y media, de los cuales la docenita correspondió a Joselito, la media a José Mari Manzanares. Eso, para empezar. Luego están los matices, claro, y, si se matiza, procede añadir que Joselito le hizo su toreo puro a un toro astifino de casta agresiva, mientras Jose Mari Manzanares se la hizo a un toro nada astifino, inválido y de pastueña boyantía.Al público, sin embargo, eso del toro le debía de traer completamente al fresco, pues jaleó por igual ambas faenas, y en un momento dado el toreo también, porque detrás de ambos artífices del toreo puro iba el Litri, que lo hizo impuro a conciencia, y ese fue el que le puso al límite del paroxismo.

Guadalest / Manzanares, Joselito, Litri

Toros de Guadalest, bien presentados, con gran trapío 5º, encastados y nobles, inválidos 3º, 4º y 6º. José Mari Manzanares: pinchazo, otro cerca del costillar, rueda de peones y estocada corta caída (silencio); estocada caída (oreja). Joselito: pinchazo y estocada (oreja); dos pinchazos -aviso con retraso- y estocada (larga ovación y salida a lo medios). Litri: pinchazo hondo, otro muy bajo, estocada contraria y rueda de peones; rebasó en minuto y medio el tiempo reglamentarlo sin que sonara el aviso (ovación y salida al tercio); tres pinchazos atravesados caídos -aviso con retraso- y descabello (vuelta).Plaza de Valencia, 17 de marzo (tarde). 1 la corrida fallera. Lleno de "no hay billetes".

La fiesta fue bellísima y emocionante, sin embargo, cuando Joselito toreaba a su primer toro. Se produjo aquí, por segunda vez en lo que va de feria -la primera estuvo a cargo de Ortega Cano- esa magia exclusiva de la tauromaquia eterna, que convierte la casta indómita del toro en embestida larga, suave y noble. Presentar adelante la muletilla, embarcar al toro, traérselo embrujado en los vuelos de la feranela mientras le cambiaba el viaje cargando la suerte, dejarlo colocado allá donde se liga el siguiente pase, es el arte de parar-templar-mandar, que interpretó Joselito con estricta fidelidad a los cánones de la tauromaquia.

Su otro toro era un imponente ejemplar negro-mulato de cornalona cabeza, bravo además, que se hizo probón y por eso no le redondeó faena Joselito, pese a su pundonorosa insistencia. Demasiado pundonorosa, por otra parte, pues acabó poniéndose pesadísimo.

Es decir, que, una vez más, la condición del toro medía los merecimientos del torero. Le habría de ocurrir a Manzanares también. A su primero, otro toro de casta, le muleteó azaroso, sofocado y gesticulante, pegando tantos pases como gritos, con los que ponía de vuelta y media al toro y la madre que lo parió. A su segundo, en cambio, le hizo el toreo puro. No inmediatamente. Empezó pegando zapatillazos para citar, agarrándose al toro para embarcar y quitándose de en medio para rematar; pero luego sosegó la faena, citó ofreciendo el medio-pecho -que decían los clásicos-, embarcó con ritmo, remató con delicada templanza, y todos cuantos naturales instrumentó así -una media docenita, mal contada- le salieron hermosísimos.

Después vino Litri y armó gran polvareda. Codillero, acelerado, desmedido, pegaba pases por todo el redondel; trapaceó vertiginoso, dio manoletinas, regateó molinetes de pie o de rodillas, tiró los trastos, y cuanto peor toreaba, más entusiasmaba al público. Si en vez de matar a la última acierta a la primera, habría alcanzado un triunfo memorable. O quizá lo alcanzó a pesar de todo. Pues el público abandonó la plaza diciendo muy buenas palabras del toreo puro que habían hecho Joselito y Manzanares, pero cuando hablaba de Litri se le ponían crepusculares los ojitos y sólo acertaba a exclamar: ¡Chè!.

Rejoneo matinal

La 10ª corrida fallera fue un espectáculo de rejoneo, que se celebró el domingo por la mañana, con toros de Félix Hernández. Su resultado fue el siguiente: Curro Bedoya, ovación; Antonio Ignacio Vargas, oreja; Javier Buendía, oreja; Antonio Correas, ovación; Ginés Cartagena, oreja, y César de la Fuente, vuelta. Hubo casi lleno.

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