El único horizonte
LAS DECISIONES del Banco de España de reducir su tipo de interés de intervención en un punto y eliminar la mayor restricción existente sobre el endeudamiento en divisas (el depósito previo del 30% de los préstamos en divisas por empresas privadas) son exponentes de la flexibilidad de la política monetaria ante los síntomas de desaceleración en el crecimiento de nuestra economía y, más concretamente, de la inversión. Si el enfriamiento económico era ya obvio a lo largo del segundo semestre del pasado año, no lo era tanto la contención de la inflación ni mucho menos las consecuencias que la guerra del Golfo podría tener sobre ese desequilibrio. La inhibición de la inversión y del consumo, fruto de la incertidumbre ante la crisis bélica, eran signos preocupantes.Aclarada la incertidumbre, el mantenimiento de una política monetaria restrictiva -expresada en el dato de tener los tipos de interés más elevados del conjunto de países miembros del Sistema Monetario Europeo (SME)- podía contribuir a reforzar ese agarrotamiento de los agentes económicos. El contexto europeo, también caracterizado por la desaceleración económica (a excepción de Alemania) y las respuestas reductoras de sus tipos de interés, propiciaba decisiones flexibles. No debe olvidarse el que la excesiva apreciación de la peseta es responsabilidad única de las diferencias entre los tipos de interés de los países del SME.
Sin duda, la favorable evolución de la inflación un buen índice de precios al consumo (IPC) del mes de febrero- ha contribuido a disminuir las consecuencias adversas de un estímulo como el propuesto. Junto al impulso que es de esperar suponga la transmisión a los créditos de esa reducción en el tipo de intervención, las empresas disponen a partir de ahora de un acceso en condiciones más favorables a los préstamos en otras monedas, con tipos de interés más reducidos que el de la peseta. No parece que vaya a ser muy significativo el impacto que pudiera tener la disminución en la remuneración de los activos financieros en pesetas sobre el tipo de cambio de la misma. La posible reducción en las inversiones extranjeras en activos financieros en pesetas puede quedar compensada con las entradas de capital crediticio, propiciadas por la eliminación del depósito previo del 30%.
Esta limitación al endeudamiento exterior de las empresas españolas, introducida en enero de 1989, cuestionaba la confianza en los compromisos liberalizadores de los movimientos de capital de nuestras autoridades. La extensión de las excepciones a esa obligación de depósito previo y la canalización de una parte importante de dichos créditos mediante la calificación administrativa de inversiones directas no sólo habían restado credibilidad a la medida, sino que discriminaba a las empresas privadas españolas que no tuvieran la participación extranjera suficiente para sortear la restricción.
Dos medidas, en definitiva, que ponen de manifiesto el buen juicio de las autoridades monetarias, pero que en modo alguno modifican su capacidad de actuación. La evolución de la inflación en los próximos meses condicionará en buena parte el surgimiento de nuevas opciones flexíbilizadoras. Como señaló el gobernador del Banco de España, la inflación subyacente del pasado mes de febrero -un 6,4% interanual- está lejos de la conveniente para afrontar el reto de la incorporación al mercado único europeo. Y es precisamente ese reto el que delimita con claridad el horizonte de la política económica y el método más correcto para aplicarla: aquel que reúna, concierte y vincule a todos los agentes económicos.
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