Temblar después de reír
Sólo a una mente diabólica podía ocurrírsele convocar, en la Alemania Occidental de hace ya algunos años, un concurso nacional de redacción con el tema de Mi ciudad natal durante el Tercer Reich. La idea incitaba a que colegiales de todo el país se convirtieran en investigadores privados del pasado y destaparan ollas podridas. Eso es lo que hace Sonja, la chica terrible, siguiendo los pasos de Anja Elisabeth Rosmus, natural de Passau i protagonista de la historia real, que sembró el pánico entre los habitantes de su ciudad cuando comenzó a hacer preguntas y a reclamar documentos oficiales sobre el periodo 1932-1945. La joven fue víctima de una auténtica conspiración de silencio y de zancadillas por parte de vecinos, autoridades e instituciones, pero no cejó en su empeño, y, a lo largo de casi una década, continuó desarrollando sus investigaciones, incluso después de haber ido amenazada y agredida por grupos de extrema derecha. Sus hallazgos tal vez no fueran tan espectaculares como la persecución de que fue objeto, pero sirvieron para sacar a la luz el pasado siniestro de algunos intocables de la ciudad.
La chica terrible
Dirección y guión: Michael Verhoeven. Fotografía: Axel de Roche. Música: Mike Herting, Elmar SchIoter, Billy GorIt y, Lydie Auvray. Producción: Sentana Filmproduktion GmbH en colaboración con la ZDF y el fondo de ayuda al cine de Berlín. RFA, 1989. Intérpretes: Lena StoIze, Monika Baumgartner, Michael Gahr y Fred Stillkrauth. Sala de estreno en Madrid: Alphaville (versión original).
Memoria
La memoria es una facultad peligrosa, sobre todo en estos tiempos en que la historia se reescribe cada día de la forma que más conviene. Uno de los generadoes de amnesia más eficaces es la televisión: todo lo que pasa a través de ella se convierteen cliché y es pasto del olvido en cuestión de segundos. El cine, en cambio, es un aliado de la memoria. Quizá sea ésta una de las razones por las que el pollifácetico Michael Verboeven, que ha trabajado como actor y director en los dos medios -además del teatro-, ha preferido reconstruir esta historia no como un documental, snino como un de ficción que se toma cierras libertades con respecto a la historia verídica -por ejemplo, la acción se sitúa en una ciudad imaginaria de Baviera-, y combina lenguajes muy diferentes para mantener al espectador en un estado de interrogación sobre lo que está viendo.La chica terrible -Oso de Plata a la mejor dirección en el Festival de Berlín de 1990 y candidata de este año al Oscar al mejor filme extranjero- juega con tres bazas esenciales para resucitar la curiosidad de los espectadores. La primera es el humor, que oscila entre la ironía y la sátira más descarada. La segunda es su peculiar forma narrativa, que recurre al collage tanto en el inte rior del plano como en el desa rrollo general de la película, que incorpora, entre otras, las técnicas del documental o del reportaje televisivo, y en ocasiones no descarta un distanciamiento teatral para rebajar la tensión emocional del relato. En contra de lo que puede parecer, la mezcla no chirría ni resulta artificiosa.
La película cuenta con un trabajo excepcional de Lena StoIze, la actriz protagonista, una cicerone de notable desparpajo que desde la primera imagen se dirige a la cámara para reclamar la complicidad del espectador, y nos invita a ir de paseo por las cloacas de su patria chica sin perder la sonrisa.
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