Chulería castiza
El artículo Los despojos de una noche de diversión (EL PAÍS, 11 de febrero de 1991), sobre la degradación ambiental en el barrio de Huertas, es acertadísimo. Vivo en el barrio, en la plaza de Jesús de Medinaceli.Hace años, un político, el señor Álvarez del Manzano, hizo una referencia a ciertos grupos de defensa ambiental y su "absurda guerra contra el coche".
Efectivamente, tal guerra está perdida, y nuestro barrio, tomado. Pero a la fuerza ocupante no le basta con ocupar. Encima tiene que bocinar.
De madrugada hay gente que, no pudiendo frenar en la esquina, pasa a velocidad dando bocinazos de aviso. Pero como muchas veces trabajo de noche, a mí no me quitan el sueño. Los considero como una pintoresca chulería castiza que quita monotonía a las horas muertas de la madrugada. El resto del día, desde las ocho de la mañana hasta la una de la madrugada, es un continuo y lento desfile de coches, bocinando a la menor frustración que ellos sienten. La ley les protege; arrojarles un macetero encima es una agresión y un delito. Por mala suerte, nuestra calle es más ancha que otras, de forma que pueden aparcar en doble fila, lo que añade otro coro más al concierto de bocinas. Algunos dan largos bocinazos, de minutos enteros. Otros dan pequeños golpes, o emiten una especie de Morse, o tocan un sonsonete. Algunos tienen un aparato que toca las primeras notas de La marsellesa o la musiquilla de las tragaperras. Pero estos graciosos aparatos, bastante populares en Latinoamérica, aquí se oyen poco. Evidentemente, el español, más seco, los considera una horterada.
El artículo propone, entre otras cosas, el cierre del barrio al tráfico los fines de semana. Me parece positivo, aunque no pasa de ser un parche. No hace falta ser el mago Winkler para crear soluciones. Lo que sí hace falta es voluntad política.
El primer viernes de marzo, cierran nuestra calle al tráfico para que los numerosos visitantes a la iglesia no tengan que ir apelotonados como ratas entre coches aparcados en la acera. Y los vecinos podremos escuchar música en casa. El Jesús de Medinaceli nos obra este pequeño milagro un día al año. Aunque no todos los vecinos somos practicantes, creo que todos damos gracias a Él.-
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