Una faena magistral de Ortega Cano
Ortega Cano toreó al encastado cuarto toro con técnica de maestro consumado. La faena tuvo magisterio, se dice, y se intenta decir con toda propiedad, porque en cuestiones de maestría anda devaluado el mundo taurino. Resulta que, en estos tiempos, maestro es cualquiera Maestro es, por ejemplo, uno que se remilga para citar, otro que zapatillea habilidoso, otro que mira al toro por todas partes con ojo clínico, como si se lo fuera a comprar.A Ortega Cano también le han llamado maestro muchas veces sin propiedad, sólo porque es ceremonioso, pero ayer fue distinto. Tenía ayer, delante, un toro de casta, que se fue arriba en banderillas, pretendía seguir mandando hasta la consumación de los siglos y para demostrarlo, tomó con furia perversa la muleta de Ortega Cano en sus primeros compases. Allí, en aquel preciso momento, se empezaba a dirimir la primacía en el redondel y cada uno de ambos contendientes ponía en la refriega lo mejor de sus respectivas capacidades. El toro, sus pitones; el torero, los pitones, no, por supuesto, aun que sí sus conocimientos lidiadores para domeñar la castabrava del animal.
Lamamié / Ortega, Mora, Cámara
Dos toros de Leopoldo Lamamié de Clairac, terciados, lº inválido y noble, 3º reservón; cuatro de Martínez Elizondo, bien presentados, fuertes, con casta, dos bravos, 5º y 6º mansos. Ortega Cano: dos pinchazos y estocada trasera tendida (vuelta); estocada ladeada (dos orejas); salió a hombros por la puerta grande. Juan Mora: pinchazo bajo, rueda de peones, dos descabellos, media estocada caída y tres descabellos (palmas); pinchazo, media estocada caída, rueda de peones, media estocada tendida, rueda de peones, dos pinchazos, estocada -aviso- y dobla el toro (silencio). Fernando Cámara: bajonazo y rueda de peones (silencio); media atravesada a toro arrancado, rueda insistente de peones y cinco descabellos (silencio). Plaza de Valencia, 10 de marzo (tarde). Tercera corrida fallera. Dos tercios de entrada.
La domeñó. Ya en los primeros compases la primacía se decantaba del lado de quien poseía los conocimientos lidiadores, y la faena subsiguiente poseyó enorme interés, belleza y emoción. Reducido el toro a una insignificante parcelita de terreno, porque la maestría del lidiador ejercía ese dominio, en ella se produjo el repertorio de redondos y naturales. Mejores los naturales que los redondos. Ortega Cano estaba especialmente inspirado para el toreo al natural e instrumentó dos tandas hermosísimas, espléndidamente cerradas con los correspondientes pases de pecho.
Le ocurre a Ortega Cano que, además de su predisposición a la ceremonia, es hombre premioso, se toma su tiempo para torear, con riesgo de ponerse pesadito, y así estuvo a punto de suceder con esa faena. Pero el mérito de dominar al toro encastado no hay quien se lo quite, la maestría fue unánimemente reconocida, la propia fiesta tuvo un emotivo reencuentro con el toreo verdadero y el público lo celebró otorgándole un triunfo de clamor.
A su otro toro le había toreado Ortega Cano con más filigrana y, en cambio, tuvo menos importancia, pues aquel toro era un animalucho inválido y docilón. Muchas veces se ha dicho que para establecer un escalafón de matadores ajustado a la valía real de cada uno, sería necesario que todos torearan todos los toros, y entonces se vería. A Juan Mora le correspondió un cárdeno, puro santacoloma, impecable de trapío a pesar de su poco peso, de preciosa estampa y bravo, con el que no se llegó a acoplar. Lo que hubiese ocurrido con ese toro en otras manos pertenece al ámbito de lo hipotético, es cierto, pero seguramente el toro bravo santacoloma puro habría lucido más si lo llega a torear un maestro en tauromaquia.
Los restantes toros resultaron muy deslucidos. Manso distraído el de Mora, aplomado total uno y otro que se iba al bulto en el lote de Fernando Cámara, únicamente cabía allí estar en lidiador. Tarea que también desempeñó Ortega Cano a la perfección y, precisamente por estar en su sitio, pudo hacerle a un banderillero un quite providencial. Lo cual quiere decir que, cuando a Ortega Cano le da por estar en maestro, hasta de la letra menuda dicta lecciones.
Babelia
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