Una buena noticia
Después de muchos dimes y diretes parece que va en serio lo de la regularización voluntaria de la situación fiscal (nótese bien: regularización, no amnistía) para los que han hecho caso omiso hasta ahora de sus deberes cívicos.He reflexionado concienzudamente sobre los detalles que se conocen del proyecto, y he llegado a la conclusión de que todos los ciudadanos que hemos cumplido puntualmente nuestras obligaciones fiscales podemos estar de enhorabuena. Y como nobleza obliga, ya que uno no escatima críticas al Gobierno en otras ocasiones, es de bien nacido felicitarle públicamente en ésta por el proyecto de marras.
Comprendo que algunos de ustedes, si no han profundizado lo suficiente, se sientan inclinados a no estar de acuerdo con esa felicitación. Pero estoy seguro de que lograré convencerles si tienen la paciencia de leerme hasta el final.
Un ejemplo
Cuando se habla de impuestos es forzoso hablar de números, y como eso resulta en general farragoso para el común de los mortales, lo mejor será utilizar un ejemplo simple. Supóngase que un español cualquiera -un profesional liberal, un fontanero, un agricultor...-, llamémosle simplemente señor X, ha ganado desde 1985 hasta 1989 la cantidad redonda de 20 millones de pesetas, a razón de cuatro millones por año, no se le ha practicado ninguna retención de impuestos en origen y no ha presentado en ningún momento la correspondiente declaración del impuesto sobre la renta.Según el proyecto conocido de regularización, el señor X podría hacer una declaración voluntaria -por ejemplo, en junio de este año-, aplicando la legislación correspondiente a cada renta anual no declarada, sin tener que pagar intereses de demora ni sanciones, y pudiendo incluso aplazar el pago de los impuestos resultantes de tres a cinco años. Voy a suponer, para simplificar, que no hace uso de esa posibilidad de aplazamiento y que no tiene en cuenta ningún tipo de gasto deducible. Me he tomado la molestia de hacer los cálculos exactamente año a año (les ahorro a ustedes el detalle) y me sale que nuestro señor X se reconciliaría con Hacienda pagando los 5.048.418 pesetas de impuestos que no pagó en el conjunto de los cinco años, ahorrándose 1.862.282 pesetas en concepto de intereses de demora, que habría pagado -amén de las correspondientes sanciones- si hubiera tenido que regularizar su situación como resultado de una actuación inspectora.
Con estos datos están ustedes ya en condiciones de comprender el porqué de mi satisfacción. Yo no puedo por menos de ver con buenos ojos que no se sancione a los que voluntariamente deciden entrar por el buen camino. La verdadera justicia siempre es misericordiosa. Pero aquí se da un paso más. No sólo se eliminan las sanciones, sino que se condonan los intereses de demora. Y ahí está el quid. Como vivimos en un Estado de derecho, y el Gobierno ha dado siempre pruebas sobradas de que vela por la equidad y de que tutela el estricto cumplimiento del principio de igualdad de todos ante la ley, estoy seguro de que va a compensar en cuantías similares a todos los ciudadanos que hemos pagado religiosamente nuestros impuestos cada año. Y no me digan que eso no es cierto porque en el proyecto no se diga aparentemente nada de ello. Es tan evidente que se da por supuesto. Otra cosa sería impensable.
Así que ya lo sabe usted, amigo lector. Si durante estos últimos cinco años ha ganado lo mismo que nuestro buen contribuyente converso señor X y ha pagado puntualmente sus impuestos, le van a devolver casi dos millones de pesetas. Para que cada uno se haga una idea aproximada según su nivel de ingresos, ahí van alguno; ejemplos más: si, en vez de los cuatro millones por año del ejemplo, hubieran sido dos millones, los intereses de demora serían 730.528 pesetas. Por contra, si hubieran sido seis millones, los intereses ascenderían a 3.369.512 pesetas. Para ocho millones serían 5.620.249 pesetas. Y para 10 millones, 7.480.504 pesetas. Más o menos, en torno a un 37% de los impuestos correspondientes.
Descuentos y liquidaciones
En la realidad, los cálculos serán un poco más complícados. Habrá que tener en cuenta su situación individual, computar los gastos deducibles, las fechas exactas en que ha pagado los impuestos, etcétera. Pero no se preocupe. Hacienda tiene capacidad demostrada para hacer una liquidación automática de las diferencias y abonársela sin demora en la cuenta bancaria que usted diga. No se olvide de facilitar el NIF.Sólo me preocupa una cosa. Yo no sé si lo que Hacienda va a recaudar con los impuestos pagados por los contribuyentes arrepentidos será suficiente para devolver todas las cantidades que correspondan a los contribuyentes cumplidores. Como no es el caso de crearle problemas coyunturales de tesorería al Estado, siempre podría arbitrarse otra fórmula. Por ejemplo, permitirnos descontar la cantidad que nos corresponda -de una sola vez o en forma fraccionada- en futuras declaraciones. Si se opta por el fraccionamiento, sería de estricta justicia la aplicación del tipo de interés legal del dinero a las cantidades aplazadas.
Hay, por supuesto, otras maneras de enfocar, incluso críticamente, este tema. Pero no debe olvidarse que las sociedades modernas son complejas y obligan muchas veces a sus gobernantes a asumir compromisos no deseados. Como dice Milan Kundera en La inmortalidad, "estos compromisos forzados con el espíritu de la época son algo corriente y, al fin y al cabo, necesarios si no bu quiere convocar una huelga general a todos aquellos a los que no les gusta nuestro siglo".
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