"Los austriacos escribimos como toros heridos"
La escena, vacía, y un sacerdote en calzoncillos que está a punto de suicidarse al son de música sacra. El clérigo, lanzado a la vida, después de ser sometido a una felación para grabar sus gemidos ve cómo escupen su semen. Descubierta la verdad de la carne, el religioso es engullido por la vagina de una vieja prostituta cocamomana y borracha antes de conocer al joven amante que le hará entrar en contacto con traficantes de armas travestidos de obispo y ministros de defensa disfrazados de monaguillo. Todo ello está aliñado con desnudos, sangre, profesoras nazis de arte dramático y periodistas ávidos de noticia en Tod und Teufel, de Peter Turrini. Cada representación de esta obra en el Burgtheater de Viena lleva consigo gritos y peleas en la platea, la repulsión de unos frente al aplauso de otros. Asegura el autor: "Las reacciones han sido mucho más positivas de lo que esperaba, porque hay algún clérigo sensato que ha llamado a la calma".Pregunta. El teatro austriaco se está representando cada vez más en todo el mundo, y la prensa vienesa ha destacado con orgullo los últimos días la presentación de obras de Schintzler, Horvath, Bernhard y usted mismo en París. ¿Cómo debe entenderse el escándalo que persigue a muchos autores austríacos en su propio país?
Respuesta. Hay tendencias profundas en Austria que salen a la superficie de vez en cuando: el catolicismo militante y el fascismo. Yo me he criado en un pueblo de la provincia de Kärten después de 1945, con el fascismo y los emblemas nazis presentes hasta los anos cincuenta. El catolicismo tiene aquí una vertiente de austrofascismo. Esto no sucede en Alemanía, porque el joven alemán de los cincuenta estaba casi obligado a crearse un sentímiento de culpa en la escuela. En Austria estas tendencias brotan como una cloaca suprimida, en forma de personas como Waldheim o de movimientos religiosos. Al llegar a Viena en los anos sesenta, los escritores austríacos actuales -Bernhard, Bauer, Handke o yo mismo- nos pusimos todos a escribir con la rabia de toros heridos sobre la historia de la Austria reprimida.
P. ¿Qué hace que las tendencias de las que usted habla se manifiesten a través del teatro?
R. Si la educación y la historia fueran asuntos públicos, no serían necesariamente temas literarios. Como esto no es así, la literatura austríaca se ha convertido en el testimonio de esta situación. Hablar del catolicismo y del nacionalsocialismo se ha convertido en una obligación biográfica para los escritores, porque este país está construido sobre la mentira.
P. El realismo de sus obras ha provocado debates e interpelaciones parlameritarias a raíz de los estrenos de Die Bürger (Los burgueses) o de Die Minderleister (Los menos productivos).
R. Siempre pasa lo mismo, como también con Tod und Teufel. Ha habido gente que creía reconocerse, y me han llevado a juicio personas que yo ni siquiera sabía que existían.
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