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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pina Bausch, en la Ópera

ENVIADA ESPECIALResulta sorprendente, a prior¡, que un coreógrafo de vanguardia, Pina Bausch -que no solamente ha renovado en los últimos 20 años la danza teatral en el mundo, sino que ha inventado un género nuevo, el teatro-danza, del que sigue siendo la indiscutida cabeza-, reponga sus obras, que en el caso de Bausch, además, se proponen como experiencias vivas para su companía y para el público y no como piezas de museo. Sin embargo, el éxito apoteósico obtenido con la reposición de Ifigenia en Táuride -una presencia coreográfica de la ópera de Gluck, en su versión alemana (1781), siguiendo fielmente el libro de Guillard- a finales de 1990 en su sede de Wuppertal, 16 años después del estreno, y que se ha presentado ahora en el palacio Garnier, demuestra el buen sentido de estas operaciones de vuelta a los orígenes, al menos en este caso.

Tanzthater Wuppertal

Ifigenia en Táuride, de P. Bausch. Música: C. W. Gluck. Coreografía y dirección escénica: P. Bausch. Escenografía y vestuario: P. Bausch y J. Oreier. Intérpretes: solistas y, bailarines del Tanzthater Wuppertal. Solistas, coros y orquesta de la Wuppertaler Bühnen. Dirección: P. Güllke. París, ópera Garnier, 21 y 23 de febrero.

La Ifigenia de Bausch permite al público internacional, que la conoció ya consagrada como la papisa del teatro-danza, después de consumada su ruptura con el relato escénico y con las estructuras musicales y coreográficas tradicionales, comprender por qué el fenómeno Bausch ha adquirido en las dos últimas décadas proporciones tan descomunales.

En Ifigenia -que fue una de las primeras obras montadas por Bausch en el teatro de Ópera de Wuppertal, después de la bacanal de Tannhaüser (1973), pero antes de La consagración de la primavera (1975)- Bausch despliega ya el oficio coreográfico de un maestro, creando la forma en danza que revela la acción dramática y el perfil psicológico de los personales, plegándose a la frase musical, pero jugando a la vez con distintos ritmos de movimiento, potenciando el sentido del drama con la insólita fuerza de sus personales imágenes (que no se limitan a llustrar lo cantado, sino que ensanchan el horizonte con toda clase de sugerencias inquietantes).

Cualquier reparo que se haya podido poner a las piezas propias estrenadas en los últimos años -desde Gebirge a Palermo, Palermo- se desvanece que el despliegue de talento coreográfico y fuerza escénica de una obra de la envergadura de esta Ifigenia.

Los momentos más deslumbrantes están en los coros de las sacerdotisas y la entrada de los escitas y de la pareja criminal de Agamenón y Clitemnestra en el primer acto, junto con los solos de Ifigenia (Malou Airaudo) a lo largo de toda la obra y el cuarto acto entero, con los solemnes preparativos para el sacrificio fallido. Pero lo que más sorprende es la sencillez y la retención de la coreografía, su transparencia, y la manera sobria en que traduce sus firmes raíces en la danza alemana de expresión en una forma propia y personal que se revela triunfalmente a la altura de Gluck, del tema clásico y de la grandeza del escenario. Su propia escenografía -sencilla hasta la desnudez, pero de una fuerza dramática sobrecogedora- y la calidad de los intérpretes (orquesta, coros y solistas de la Opera de Wuppertal y bailarines de su propio grupo, el Tanzthater Wuppertal) son apoyaturas decisivas en el éxito.

Reposiciones

Además de seguir con las reposiciones de óperas -que previsiblemente la convertirán en el ídolo de los públicos cultos de grandes teatros, como ya lo era de los periféricos-, Pina Bausch tiene previsto continuar con la creación de sus propias obras de danza-teatro con el estreno, en octubre de este año, de una nueva pieza inspirada en la ciudad de Madrid y coproducida por el Festival de Otoño.

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