Francísco Letamendía
Un disidente vocacional metido a historiador
, Joven abogado en el juicio de Burgos y militante antifranquista a comienzos de los setenta; historiador militante desde el exilio y diputado abertzale en las Cortes Constituyentes; de nuevo exiliado, y ahora ya sólo historiador. Francisco Letamendía ha recorrido en 20 años un largo camino desde sus primeros contactos con los miembros de la generación de ETA de los sesenta hasta la lectura en París de su tesis doctoral, hace unas semanas, y su empeño actual en ser tenido por un estudioso de la historia vasca contemporánea antes que por protagonista de la misma. Pero no puede evitar ser ambas cosas.Su tesis versa sobre el nacionalismo radical vasco en el periodo 1950-1982. Desmesurado en casi todo, acaba de publicarla en siete volúmenes, y se anuncia un octavo que analiza la evolución del nacionalismo radical con posterioridad al acceso de los socialistas al poder. A juzgar por un adelanto que publicó hace seis años, Letamendía no se limita a inventariar las escisiones y otras peripecias del radicalismo nacionalista, sino que analiza (y discute) el papel de la violencia política en el mundo contemporáneo a la luz de las teorizaciones de autores como Franz Fanon, inspirador de la primera ETA; Paul Wilkinson, uno de los expertos contratados por el Gobierno Vasco para realizar un estudio sobre la violencia en Euskadi; Jurgen Habermas o Adorno.
Fundador en 1976 de EIA, germen de la actual Euskadiko Ezkerra, -fue diputado por esa coalición entre junio de 1977 y comienzos de 1979. Su imagen de barbudo airado -por ejemplo, respondiendo a Fraga mientras el presidente de la Cámara rogaba "tranquilidad, señor Letamendía"-, forma parte de la memoria de aquellos años. Se afilió más tarde a Herri Batasuna, y, aunque obtuvo bajo esas siglas una nueva acta de diputado, no volvió a pisar el hemiciclo de la carrera de San Jerónimo. En el seno de esa coalición, entonces muy heterogénea, representó la corriente más reticente a la supeditación incondicional a ETA.
Concebía a Herri Batasuna como una especie de coordinadora de los diversos movimientos sociales -vecinales, ecologistas, feministas- antes que como un partido clásico o el brazo político de una organización armada. Nunca se supo si que se u otro el incitivo último de la ruptura, pero, hacia 198 1, Letamendía se distanció claramente de la línea mayoritaria de la coalición y poco después se autoexiliaba de nuevo en Francia. No sin antes ser acusado de participar en los incidentes protagonizados por los cargos electos de Herri Batasana en la Casa de Juntas de Gernika, ante el Rey, cuando su ausencia de dicho acto fue notoria.
En París sobrevivió malamente dando algunas clases en la Sorbona, al tiempo que comenzaba a elaborar su tesis. Regresó a mediados de la pasada década y ahora es profesor de la Universidad del País Vasco. Muy esporádicamente ha escrito algún artículo o respondido a las preguntas de los periodistas. En general, para reclamar, mediante una compleja argumentación, una negociación multilateral que ponga fin a la violencia política en Euskadi.
Sus desacuerdos no le impiden seguir votando a Herri Batasuna; pero lo hace como ciudadano individual, reclamando su independencia y su derecho a la disidencia. Disidente potencial de todas las iglesías de las que fue feligrés, de acuerdo con su más persistente vocación, siempre aspiró a ser reconocido como un intelectual. Los siete tomos que acaba de presentar lo acreditan al menos como un concienzudo ratón de biblioteca.
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