Un cementerio para 50.000 cuerpos en el desierto
Entre mojones de piedra y pequeñas vallas se prepara una franja de tierra de 2 kilómetros de largo por 1,6 de ancho. Una pista une este terreno con el hospital de campaña, preparado con 1.000 camas, a un kilómetro y medio. Es un cementerio.Por el momento sólo es un rectángulo en pleno desierto rodeado por una muro de arena y un canal de desagüe. Su tamaño explica por qué la fuerza antiiraquí desea retrasar la batalla terrestre tanto como sea posible, aunque este factor parece tener más peso entre los occidentales, para quienes la vida en esta tierra parece ser más preciosa. El ingeniero que prepara ésta y otras tumbas dice que se esperan 50.000 bajas.
Los soldados de religión musulmana que mueran en la batalla serán enterrados aquí. Se han marcado distintas zonas para cada nacionalidad: saudíes, egipcios, sirios y kuwaitíes. Todos ellos serán mártires.
Las tropas de la fuerza multinacional han caído en el aburrimiento después de que George Bush anunciase el lunes que se posponía la ofensiva terrestre. Hafar el Batin, la única ciudad en esta zona, está repleta de soldados: norteamericanos, británicos, egipcios, saudíes, kuwaitíes, sirios e incluso polacos, checoslovacos y nigerianos. Todos ellos van a Hafar el Batin a comprar, a telefonear o a ducharse.
Después de ser una ciudad fantasma en los primeros diez días de guerra, sus habitantes han regresado. Se han dado cuenta de que la guerra es un buen negocio. Hay tiendas que incluso venden palos de cricket, y los bancos han triplicado sus negocios. La proximidad de la guerra -ayer mismo cayó un misil Scud- ya no atemoriza tanto a los comerciantes.
Bombardeos cercanos
El bombardeo se aproxima dado que los objetivos iraquíes de la aviación cada vez están más cerca. El 11 de febrero bombardearon Salemi, ciudad fronteriza iraquí situada frente a Ruqi (Arabla Saudí).
Las deserciones continúan entre la tropa iraquí. El 13 de febrero ocho soldados sortearon los campos de minas y pasaron la frontera. Unos días antes, un coronel y un capitán se entregaron en Ruqi. El coronel estaba al cargo de una batería de misiles tierra-aire, pero se le habían terminado los misiles. Como todos los desertores, estaba exhausto.
En la línea de frente los dos ejércitos opuestos son todo oídos y ojos a cualquier señal enemiga. Esta semana, un equipo británico de escucha descubrió que los iraquíes captaban sus mensajes codificados. Con un sofisticado equipo electrónico, los británicos les localizaron y comunicaron su posición a un escuadrón de las fuerzas aéreas. "No hemos vuelto a saber de ellos", dijo un miembro del equipo británico.
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