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La mujer de Oubiña, detenida por 'blanquear' 1.600 millones

Esther Lago, esposa del jefe del narcotráfico gallego Laureano Oubiña, ingresó ayer en prisión por orden del juez Baltasar Garzón. Lago, que acudió ayer a la Audiencia Nacional para declarar, fue acusada de conocer las actividades delictivas de su marido y de haber participado en el blanqueo de 1.600 millones de pesetas procedentes de la droga en la sucursal del Banco Bílbao Vízcaya de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra).La mujer, según declaracíones que figuran en el sumario, acudía frecuentemente a la entidad bancaria a cambiar importantes sumas de divisas por moneda española.

En medios de la lucha contra el narcotráfico, Esther Lago está considerada como la responsable del área financiera de la organización dirigida por el capo gallego.

Esther Lago, natural de un barrio de Vilagarcía, es la segunda esposa de Oubiña, quien tiene nueve hijos de sus matrimonios.

El enlace con Lago coincidió con la espectacular expansión de los negocios del presunto narcotraficante, que hasta entonces había ejercido como contrabandista de tabaco de segunda fila y dirigió un negocio de transportes que le condujo a la ruina casi total. De acumular deudas, Oubiña pasó en casi dos años a regentar una lujosa finca rodeada de viñedos y varias empresas inmobiliarias y de suministros navales en las que su esposa figura como socio fundador.

Esther Lago, una mujer de fuerte personalidad y apariencia llamativa, ejerció en todo este tiempo una notable influencia sobre su marido, según personas que conocen a la familia.

A los dos días de la Operación Mago, la Magistratura de Trabajo de Vigo examinó una solicitud presentada por Oubiña, quien reclamaba cobrar el seguro de desempleo alegando que había sido despedido por su esposa de una de las empresas en la que ésta figuraba como gerente.

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Esther Lago declaró durante el juicio seguido en febrero de 1990 contra Laureano Oubiña en Pontevedra, acusado de agredir a un Guardia Civil. En la vista la esposa del presunto narcotraficante se declaró propietaria de un potente visor nocturno para usos militares, valorado en un millón de pesetas, que había comprado en Portugal y que según ella y su marido utilizaban para vigilar que no le robasen las uvas de sus fincas.

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