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GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

El Golán mira hacia Siria

20.000 pares de ojos puestos en Damasco

PERU EGURBIDE ENVIADO ESPECIAL, "Si habla con los notables no le dirán la verdad. Ellos son prosirios de la línea oficial y defienden la neutralidad de Hafez el Asad. ¿Por qué no me pregunta a mí? Yo apoyo a Sadam Husein y le aseguro que aquí todos los de menos de 40 años le apoyan", dice Abu Said, un joven pelirrojo nacido en 1971 que espera una furgoneta a la salida de Masada para bajar a su trabajo en la localidad israelí de Kiryal. Shimona.

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Fracaso de las tesis previas

Said es uno de los 13.400 drusos que, junto a 1.200 musulmanes, viven en los Altos del Golán, un extenso territorio que Israel arrancó a Siria en 1967 durante la Guerra de los Seis Días. Cerca de 10.000 judíos, distribuidos en una veintena de asentamientos, pueblan la misma zona.Israel ha dejado oír claramente que su primer objetivo político, tras la guerra del Golfo, será la paz con Damasco. "Siria sabe que el interés de Israel por los Al tos del Golán no es el mismo que por Cisjordania o Gaza. La negociación será difícil, pero puede haberla", declaró a EL PAÍS Itamar Rabinovich, rector de la Universidad de Tel Aviv, en los primeros días de la guerra. Ese mensaje es recibido con sentimientos opuestos por los drusos y los judíos de la zona.

Los drusos se agrupan en cuatro pueblos, Majdal Shams (que es el mayor), Masada, Bukata y, Ein Kuniye, situados en las faldas del Hermón, buscan do la protección de la montaña, según una costumbre que remite a su religión secreta, perseguida por el, islam en épocas históricas.

"Nosotros somos árabes"

"Ser druso es simple religión. Nosotros somos árabes, somos sirios, así nos lo han enseñado nuestros padres. Y si volviéramos a Siria como consecuencia de esta guerra, eso se lo deberíamos a Sadam Husein. Será nuestro libertador, como será el libertador de Palestina", insiste Abu Said, que recibe boquiabierto la pregunta de por qué no se manifiestan esos sentimientos: "Es que", dice, Ias manifestaciones están prohibidas".

El consejo del joven de no sondear a los notables de la zona resulta superfluo, porque éstos no se dejan. El alcalde de Masada, un notorio proisraelí que solo habla árabe y hebreo, alega dificultades lingüísticas. El director del instituto dice que hablaría a título personal, pero que no puede hacerlo en el trabajo sin autorización del ministerio.

Dos gruesos bigotudos de cabezas rapadas que regentan un pequeño restaurante se sonríen ante la pregunta de si los jóvenes apoyan a Sadam Husein. Ambos rondan los 40. "Quizá sea verdad", arriesga uno de ellos, "pero seguro que somos sirios" añade. "Todos tenemos familia al otro lado y hace seis meses que no podemos cruzar la frontera La mayoría de nosotros rechaza el pasaporte israelí, aunque eso suponga perder la Seguridad, Social y otras ventajas. Aquí no hay nada. La gente tiene que bajar a Israel para trabajar". Sin embargo, se ven coches de lujo conducidos por drusos vestidos con la elegancia de un jeque. "Hay quien ha hecho dinero", reconoce el bigotudo, "pero eso es porque el druso trabaja todo el día. No nos sentamos a esperar que nos manden dinero de América".

La meseta del Golán es un magnífico escenario de guerra Jeeps y blindados israelíes, armados de artillería, patrullan una tensa red de pistas y carreteras. Carros de combate mantienen la alerta en las cunetas, sumidos en la más densa de las nieblas. El paisaje, tan duro como el clima, incluye puntos desde los que se podría bombardear indistintamente Damasco o Haifa. Alambradas, casamatas y hasta montones de chatarra oxidada recuerdan los enfrentamientos de 1967, el contraataque sirio del Yom Kipur de 1973, y la respuesta de Damasco a la invasión israelí de Líbano, en 1982.

Carteles con las siglas azules UN, colocados a la entrada de las rutas que van al este, indican la presencia de la fuerza internacional sobre la zona de seguridad establecida en 1974, en virtud de un acuerdo negociado por Henry Kissinger que ni Siria ni Israel han aceptado formalmente.

Los asentamientos israelíes están cercados por vallas y tienen puertas seguras. Merom Golán, el más oriental de todos ellos, está a tiro de piedra de Kuneitra, el primer pueblo de Siria. Diana Frankenthal es una israelí de origen argentino que lleva 14 años como kibutzim en Meron Golán.

"Aquí la gente no quiere a Israel, eso está claro. Pero mi punto de vista estrictamente personal es que hoy hay más consenso para resolver los problemas de Judea y Samaria [Cisjordania] y Gaza que para devolver el Golán a Siria", opina Diana. "Yo no soy estratega", añade, "pero entiendo que la negociación no puede llegar muy lejos, porque este territorio tiene un valor militar específico. Si se decide devolverlo, lo aceptaremos. ¿Qué otra cosa podemos hacer?".

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