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300 empresas clandestinas contratan amas de casa para confeccionar a bajo precio

Ese traje que le ha costado 25.000 pesetas ha podido ser confeccionado mientras se vigilaban unos garbanzos al fuego o los juegos de los hijos de un ama de casa que trataba de complementar el sueldo de su marido trabajando en la economía sumergida del sector textil. Según los cálculos oficiales, a las 800 empresas que se dedican en la región a este tipo de actividad hay que añadir un 40% más de talleres ocultos (unos 300 en total) que contratan ilegalmente a mujeres para que les cosan a bajo precio y sin contraprestaciones gravosas para los empresarios.

A las mujeres se las capta a través de anuncios en revistas de demanda de empleo en la que se lee: "Se necesitan modistas para casa". Luego, los talleres las tienen 30 horas trabajando para confeccionar un traje a medida de 75.000 pesetas en precio de venta al público y por el que la costurera que lo ha realizado tan sólo obtiene 8.000 pesetas; es decir, que la hora de puntadas se paga a 266 pesetas Las esclavas de la costura como se autodenominan algunas de ellas, sin abandonar suobligaciones caseras, pueden llegar a sacar de 40.000 a 60.000 pesetas. "Todo depende de la paliza que te quieras dar" dice una de ellas.

El hecho de que no busquen una garantía laboral, sino "una ayudita", y que algunos de sus cónyuges no les permitan trabajar más que en su hogar facilita la explotación de estas mujeres por parte de empresas de confección, según explica Ramona Parra, una de las responsables del sector textil del sindicato Comisiones Obreras.

Hacer una evaluación sobre las empresas que contratan este tipo de mano de obra barata es difícil, porque ellas "ignoran para qué marca trabajan, y los contratos siempre son verbales", explica Parra. Se puede hacer un estudio estimativo "analizando la disminución de plantillas de algunas empresas de confección que hace 15 años tenían 12.000 trabajadores y ahorasólo 3.000. Rosa Gómez, de 57 años, esposa de un trabajador de la construcción, lleva de modista desde los 14 años. En todos estos años, sólo ha disfrutiado de un contrato con Seguridad Social durante dos años. "Esto es como las lentejas: si quieres, las tomas, y si no, las dejas", explica. "El último traje de novia que he hecho era de encajes y pedrería, y quedó precioso. Me dieron 30.000 pesetas. Calculo que el modista que me lo encargó se llevaría unas 200.000 pesetas".

Faldas a 20 pesetas

Inés Sánchez tiene 53 años y desprendimiento de retina. "Más que explotarme, me han reventado", dice. "En nuestro trabajo hay mucho abuso. Por coser a mano 12 metros de tela te dan 700 pesetas, pero hay ejemplos más exagerados. El otro día llamé a un anuncio de un periódico y me propusieron hacer faldas a 20 pesetas la uni dad. Con eso no pagas ni eí hilo".Debido a que muchos talleres clandestinos se han desplazado a provincias limítrofes con Madrid, trapos del mismo modelo pueden haber sido confeccionados uno en Toledo y otro en Ciudad Real. Para evitar que haya diferencias abismales entre prendas de la misma talla, algunas empresas exigen que todas se confeccionen en el mismo lugar; una práctica que sólo se suele hacer cuando se trata de ropa de calidad.

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Carmen Blas, de 41 años y con tres hijos, estaba en nómina a media jornada por 22.000 pesetas al mes más 30.000 que le pagaban bajo manga para completar su auténtica categoría laboral. "En el taller, como fijas estábamos pocas. Luego había una especie de red de amas de casa", añade.

"Las mujeres sometidas a este tipo de explotación no tienen conciencia de sus derechos, y ellas mismas, al aceptar las pésimas condiciones, acaban automarginándose del mundo laboral", explica la ex trabajadora sumergida y recién salida a flote como empresaria, "con todas las de la ley", Felicia Palomo, de 37 años. Después de acogerse a ayudas de la Comunidad de Madrid y a un cursillo para aprender a dirigir su negocio confiesa que, tras vivir la pesadilla de la ilegalidad, es ahora cuando empieza a poder respirar hondo.

"Nadie puede imaginar la prepotencia con la que te tratan los que te hacen encargos cuando trabajas en la economía sumergida; saben que estás arrinconada y abusan", dice Felicia Palomo. Aunque ahora es reacia a contratar a ilegales, confiesa que se enfrenta a un problema: "Ocurre en ocasiones que a antiguas compañeras les ofrezco un contrato legal y se niegan a aceptarlo; prefieren vivir sin la obligación del trabajo, porque entonces tienen que prescindir de ir al mercado cuando les apetezca o quedarse en casa con los niños".

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