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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Equilibrio inestable

LAS CHISPAS del incendio bélico están llegando, como era de prever, a las puertas de España. El norte de África, y en él Marruecos, se halla ya inmerso en la ola de protesta árabe e islámica que ha levantado el conflicto del Golfo. NO' podía ser de otra forma, a pesar de los esfuerzos de Hassan II, que ha intentado una dificil navegación entre su posición de aliado de Estados Unidos y las simpatías de los marroquíes por Sadam Husein.El rey de Marruecos y su Gobierno fueron los primeros en condenar la invasión de Kuwait por Irak, aunque luego prácticamente todos los partidos han mostrado sus simpatías hacia el expansionismo iraquí, que parangonan con las ansias de recuperación territorial por parte de Marruecos, tanto en el caso del Sáhara como en la reivindicación de Ceuta y Melilla. Marruecos envió posteriormente un contingente militar a Arabia Saudí, calificado de simbólico, para demostrar su apoyo al expoliado emir de Kuwait y a sus amigos saudíes. Simultáneamente, el rey no cesó en sus esfuerzos para evitar la guerra y conseguir un alto el fuego a través de una cumbre árabe.

A diferencia de Egipto y de Siría, Marruecos ha recibido al presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat, y al rey Hussein de Jordania, ha negociado con ambos y es todavía una voz escuchada a un lado y a otro del conflicto. Todo ello queda sintetizado en la ya célebre frase del monarca alauí: "Nuestros corazones están con Irak, aunque nuestra razón esté en contra". Los marroquíes pueden así expresar tranquilamente su solidaridad con Sadam Husein, porque están convencidos de que su rey y su Gobierno apoyan astutamente idéntica posición, aunque puede ser literalmente al revés.

Prueba de la eficacia de este doble registro político ha sido el movimiento huelguístico contra la guerra, que paralizó al país el lunes pasado. La huelga fue convocada inicialmente por un sindicato oficialista (Unión Marroquí del Trabajo), con la intención de limitarla a Casablanca. Fue ampliada después por las centrales sindicales de la oposición y recuperada finalmente por el Gobierno, al apoyar la huelga y pedir serenidad en un comunicado, hasta convertir la jornada en la práctica en un día festivo y de oración por los muertos de la guerra. Marruecos ha seguido así al resto de sus vecinos del Magreb sin necesidad de acentuar el clima de agitación y sin variar por el momento su posición internacional anti-iraquí.

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Pero no hay garantías de que este equilibrio inestable, auténtica especialidad política de Hassan II, pueda mantenerse permanentemente, y menos aún en caso de que la guerra siga empujando a toda la región mediterránea y se amplíe la fosa abierta entre el norte de África y Europa, entre civilización judeocristiana y civilización musulmana. España y Marruecos, como vecinos y elementos fundamentales en el gozne entre ambas zonas, continentes y culturas, pueden sufrir los primeros efectos nocivos de la nueva división del mundo que vemos abrirse estos días en forma de una auténtica herida que atraviesa el Mediterráneo.

Las amenazas sobre Ceuta y Melilla, lanzadas por dirigentes sindicales marroquíes y salidas más de la -pasión desatada por la guerra que de la prudencia, son una muestra del camino que no deben tomar las relaciones entre ambos países. Las dos ciudades norteafricanas, que por el momento constituyen una fuente de beneficios para el hinterland marroquí, deberán ser objeto en su día -lejos de los momentos de tensión- de una negociación entre vecinos cercanos, en la que ambos países tengan la seguridad de que serán respetados todos los derechos respetables. La locura bélica que incendia el Golfo no debe interponerse entre países que comparten una historia común y que poseen numerosos intereses económicos y culturales. Más aún, en estas difíciles circunstancias los Gobiernos y las opiniones públicas de ambos países deben esforzarse por acentuar el papel de puente desempeñado por marroquíes y españoles, en vez de contribuir a absurdas campañas que pudieran atizar el fuego de la xenofobia antimagrebí en Europa y el de la antieuropea en el Magreb.

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