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GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

La condición humana

Enric González

ENVIADO ESPECIAL Esta guerra que viene librándose en Irak, Kuwait, ciertas calles desafortunadas de Israel y "algún lugar del desierto saudí", es considerada como la máxima expresión de la alta tecnología bélica. Artilugios como el misil de crucero Tomahawk y el antimisil Patriot, que se presentan por primera vez en público, son el acabose en materia de perfeccionamiento y modernidad informática. El ser humano que maneja todo este material apenas difiere, sin embargo, del que cruzó los Alpes con Aníbal hace 22 siglos. En la tensa espera de la batalla que se librará en este inhóspito desierto, la variopinta -y difícilmente coordinable- condición humana de las fuerzas multinacionales tiene poco que ver con la infalible modernidad de su armamento.

Los marines norteamericanos y las ratas del desierto británicas disponen de los mejores carros de combate de la actualidad: el Abrams y el Challenger, respectivamente. Son veloces, resistentes y matan y destrozan con singular eficiencia, y estos días efectúan constantes maniobras conjuntas de preparación con vistas a la esperada invasión de Kuwait. Uno a uno, cada carro de combate responde a las expectativas, una vez superados -con sistemas tan pedestres como cubrir con condones lasbocachas de los cañones- los problemas del omnipresente polvillo de arena.

Pero en cuanto a los carros se unen los camiones de transporte, las tanquetas, el resto del material móvil y la soldadesca, la cosa cambia. Los pilotos británicos no acaban de acostumbrarse a conducir por la derecha, según se les impone aquí; los marines, a su vez, muestran una irrefrenable afición a la conducción deportiva en las pistas del desierto. La conclusión: más de 50 muertos en accidentes de tráfico desde agosto y unos colapsos circulatorios, en pleno páramo, dignos de la Castellana madrileña.

Los franceses, a su vez, procuran no enredar. Los legionarios empezaron su andadura árabe con mal pie, ya que su llegada a Arabia Saudí coincidió con el lamentable asunto de las 80.000 máscaras antigás francesas vendidas al Gobierno de Riad. Resultó que tales máscaras habían sido almacenadas en 1963 como productos defectuosos y eran absolutamente inservibles. Pero lo peor estaba en los envoltorios, donde los reclutas de aquella época habían dibujado y escrito toda clase de obscenidades, que escandalizaron hasta el frenesí a los santurrones wahabitas saudíes.

Desde entonces, los franceses han procurado mantener una discreción sólo alterada por la patrulla que se perdió en la frontera y fue cortésmente devuelta a París por los iraquíes. De todas formas, no han sido los únicos que se han perdido. Una línea fronteriza en el desierto es algo percibible en los mapas, pero no sobre el terreno, y han sido muchos los despistes oficialmente silenciados. Lo más difundido en la cotidiana actividad francesa resulta ser que sus oficiales cenan cada noche con vajilla de porcelana y cubiertos de plata. Los más espectaculares de todos los soldados desplegados aquí son, sin duda y a distancia, los egipcios. Su armamento es escasamente operativo y aún no se tiene una idea clara sobre cuál sera su misión cuando empiece el combate en el desierto. Pero su unidad de operaciones especiales se ha hecho, mientras tanto, famosísima en los hogares japoneses. Las televisiones niponas, marcadamente ávidas de imágenes fuertes, han encontrado en estos egipcios una auténtica mina. En sus exhibiciones ante la cámara desarrollan operaciones tan especiales como la ingestión de ratas vivas, el combate contra serpientes y la ejecución de exóticas danzas guerreras con el equipo antiquímico a cuestas. Son capaces, además, de proferir estremecedores alaridos -algo muy del gusto japonés- con la máscara puesta. Eso tiene mérito. Cualquiera familiarizado con esos artilugios sabe lo difícil que resulta siquiera hacerse oír con la boca embozada tras un Filtro.

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