¿Colorín colorado?
Al final de Rocky IV -con mucho la entrega más narcisista y hedionda de toda la serie-, el púgil estadounidense, elevado a la categoría de salvapatrias, hacía besar la lona a la Unión Soviética y se despedía del público moscovita con un interrogante dirigido al Politburó, que un inequívoco doble de Gorbachov aplaudía entusiasmado: "Si yo he podido cambiar y vosotros también, ¿por qué no podemos cambiar todos?".En este quinto -y con suerte último- capítulo de la saga, el propio Rocky Balboa se ve so metido a una cura de humildad y a un cambio de imagen tan drástico como el de la perestroika o el que ha experimentado su creador, Sylvester Stallone, que últimamente se declara intelectual tiende a fotografiarse con gafitas redondas, expone su obra pictórica (?), recibe amenazas de muerte porque ya no quiere ser Rambo y en fechas próximas aspira a interpretar -si nadie lo remedia- al mismísimo Egdar Allan Poe.
Rocky V
Dirección: John G. Avildsen. Guión: Sylvester Stallone. Fotografia: Steven Poster. Montaje: John G. Avildsen y Michael N. Knue. Música: Bill Conti. Producción: Irsvin Winkler y Robert Chartoff para United Artist. EE UU, 1990. Intérpretes: Sylvester Stallone, Talla Shire, Burt Young, Burgess Meredith, Sage Stallone. Estreno en Madrid: Vaguada, Luchana, Azul, Minicines Majadahonda, Multicines Pozuelo.
El actor guionista se ha sacado de la manga la bancarrota del potro italiano y lo ha devuelto al arroyo -los barrios bajos de Filadelfia- de la mano del director del primer Rocky. La pescadilla se muerde la cola.
John G. Avildsen, experto en cine clónico -es el director de los tres Karate Kid-, ha afrontado el desafío de hacer el últin Rocky sin que en ningún momento del Filme el protagonista llegue a calzarse los guantes, con la dificultad añadida de que la lesión cerebral irreversible que los médicos diagnostican al campeón en los primeros minutos de metraje parece compartida por Sylvester Stallone en su papel guionista.
Ternura viscosa
El argumento de esta nueva entrega pretende recuperar la simplicidad y la ternura viscosa de el título inaugural de la serie sobre Rocky recurriendo a un conflicto doméstico: Rocky hijo -interpretado por el hijo de Stallone, Sage- se siente dolido por la excesiva atención que su padre ha convertido en representante, dedica a un joven aspirante -encarnado por el boxeador profesional Tommy Morrison-Salvo en el inevitable comba final -que esta vez se resuelve como una reyerta callejera puño limpio-, Stallone delega reparto de mamporros en los de alevines: el primero hace honor al apellido enfrentándose limpiamente a los matones del colegio: el segundo, bajo la experta tutela de Rocky, alcanza el estrellato. pero acaba echado a perder por las malas compañías.
Comprenderán ustedes que con semejante base argumental poco más se puede añadir, salvo elogiar el pequeño homenaje al actor Burgess Meredith, constatar una vez más la capacidad de Stallone para mantener durante hora y media la misma expresión facial o reconocer la experiencia publicitaria de Avildsen en secuencias de montaje supuestamente espectaculares. Si algo bueno se puede decir de Rocky es que pone punto Final -esperemos que para siempre- a una de las series más deplorables de los últimos tiempos.
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